La queja más frecuente
que escucho de diferentes compañeros, es la falta de progreso en diferentes
áreas. Se lo achacan a diversas cosas, pero sospecho que la que nunca se dice
es la principal razón: no hay disposición para cambiar. Se puede querer cambiar
pero no tener la disposición de hacerlo. Estar dispuesto a cambiar lo entiendo
como tener siempre el ánimo de realizar las acciones necesarias para dejar
atrás nuestras actitudes enfermas. Es lo que nos lleva a anteponer los principios
a todo.
En un grupo tenían en la pared la
Oración de la Paz donde, en la parte que habla de morir, aclaraban entre
paréntesis que se refería a morir al falso yo. Eso es anonimato espiritual y es
algo a lo que el ego le tiene mucho miedo, porque significa su eliminación. Es
sacarlo del trono de nuestra vida para dárselo a nuestro espíritu, nuestro yo
verdadero, a quien por derecho le toca. Pero si no hay disposición, seguirá
reinando. Cuando llegan las tentaciones seguimos cayendo, cayendo y cayendo.
Seguimos alimentando nuestros consentidos defectos de carácter, aunque al final
nos sigan amargando la vida.
Hasta que llegué a comprender que necesitaba un cambio
radical y no solo salir de crisis pasajeras, fue cuando estuve dispuesto a no
bajar la guardia y a mantenerme en constante lucha contra un enemigo interior
que siempre está dispuesto a arruinarme. Fue cuando mi deseo llegó a ser tan
grande, que me llevó a accionar perseverantemente. La recuperación no es un
asunto de vez en cuando, sino de constancia.
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