Una de las cosas que más lamento cuando miro al pasado, es lo mucho que me dejé pisotear. Soporté lo inaguantable y hasta justificaba el que lo hicieran. Me quedaba callado aguantando el abuso. La vergüenza y la culpabilidad me quemaban por dentro. No sabía qué hacer, solo recibir calladamente la golpiza psicológica. Como menor de edad, se esperaba que no dijera nada por respeto a mis mayores. Tampoco esperaba que nadie me defendiera porque me sentía solo y, a fin de cuentas, yo tenía la culpa. Siempre tenía la culpa. Quizá en vez de ser defendido iba a recibir otra reprimenda y lo mejor era callar.
Pasaron los años y seguí permitiendo que los demás me irrespetaran. Hasta lo consideraba algo noble porque estaba poniendo la otra mejilla. Efectivamente poner la otra mejilla es algo noble, pero en realidad no quiere decir ofrecerse como víctima a un agresor, sino no pagarle con la misma moneda. Lo que yo estaba haciendo era denigrarme y muy lejos de contribuir para erradicar el mal de este mundo, lo estaba alimentando. Merezco respeto igual que todas las personas. Pese a todos los atropellos que yo haya sufrido en el pasado, no he perdido ni un ápice de mi dignidad y mi valor como humano sigue intacto. Debo defender ese valor, no con altanería, sino con el mismo respeto que pido a los demás. La dignidad no se negocia. No importa los beneficios que me ofrezcan por cederla, siempre saldré perdiendo.
C.G.
Pasaron los años y seguí permitiendo que los demás me irrespetaran. Hasta lo consideraba algo noble porque estaba poniendo la otra mejilla. Efectivamente poner la otra mejilla es algo noble, pero en realidad no quiere decir ofrecerse como víctima a un agresor, sino no pagarle con la misma moneda. Lo que yo estaba haciendo era denigrarme y muy lejos de contribuir para erradicar el mal de este mundo, lo estaba alimentando. Merezco respeto igual que todas las personas. Pese a todos los atropellos que yo haya sufrido en el pasado, no he perdido ni un ápice de mi dignidad y mi valor como humano sigue intacto. Debo defender ese valor, no con altanería, sino con el mismo respeto que pido a los demás. La dignidad no se negocia. No importa los beneficios que me ofrezcan por cederla, siempre saldré perdiendo.
C.G.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Le sugiero dejar su comentario usando la opción Anónimo