La práctica del Programa ha probado su efectividad en todas partes. No puedo ser selectivo en el ámbito en que voy a aplicar los principios que lo componen. Muy sabiamente el Duodécimo Paso nos pide practicarlos en todos nuestros actos. Así todos nuestros actos serán hechos con amor y el actuar con amor trae grandes recompensas. Amar es el fin último del Programa y es la evidencia más palpable de la recuperación de nuestro ser, porque somos Amor. La prueba de esto es que cuando es ensombrecido por el ego nos sentimos mal, en cambio cuando brilla en todo su esplendor nos sentimos bien.
Incorporar los principios en mi vida cotidiana es una forma en que la mano de Al-Anon está siempre lista para quien pida ayuda. Quizá el compañero de trabajo o estudio esté necesitado de una sonrisa. Podría ser que el cajero ocupe un "tenga un feliz día". Un trabajo hecho como nos enseña Al-Anon, ayuda a una sociedad enferma por la irresponsabilidad. Puedo ofrecer mi honestidad a un mundo que pide ayuda para eliminar la corrupción. El Programa me ha dado mucho por lo que es mucho lo que puedo dar. Llevo siempre lo que aprendo en Al-Anon conmigo no solo porque lo necesito, sino para darlo a los demás. Dejar los principios y hacer a un lado a mi Poder Superior, quien es mi sustento, es un acto de suicidio espiritual y me convierte en una amenaza.
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