miércoles, 18 de febrero de 2015

El alcoholismo es una enfermedad llena de ironías

Hoy me puse a cavilar sobre el alcoholismo y me he dado cuenta de que es una enfermedad llena de ironías:

Quien tiene la enfermedad, niega tenerla.

El alcohólico hiere a los que más ama.

Si se trata de rescatar al enfermo, sus posibilidades de que se recupere disminuyen y si se le deja por su cuenta, aumentan.

El cónyuge que no bebe es el que más daña a la familia.

Hay que rendirse para empezar a mejorar.

Los hijos de alcohólicos que suelen jurar no caer en las garras de la bebida ni involucrarse con un
alcohólico, son los que más frecuentemente hacen lo contrario.

Dejar la bebida no es sinónimo de sanación y por el contrario, puede empeorar los problemas.

Algunos dejan a su cónyuge alcohólico… para irse con otro alcohólico.

Beber alcohol no es la causa del alcoholismo.

El alcohólico no miente para engañar a los demás sino para engañarse a sí mismo.

La fanfarronería del alcohólico es una manifestación de una enorme inseguridad.

El alcohólico quiere verse muy independiente pero su mayor temor es ser abandonado.

Hay quienes dicen odiar al alcohólico, pero cuando creen que está en peligro o que se va a alejar, se desesperan.

El alcoholismo distorsiona nuestro sentido de lo bueno y de lo malo, de tal manera que nos acostumbramos a que vivir mal es normal y que vivir bien es anormal.

Los familiares señalan al alcohólico como alguien que no está en sus cabales y, sin embargo, le siguen el juego y se dejan afectar por lo que este dice o hace ¿No están ellos más perturbados?
 
C.G.

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