sábado, 24 de diciembre de 2022

Gratitud: Mi receta para una cena festiva tranquila

Crecer en una familia alcohólica, hizo que teminar los días festivos. Mezclar un alcohólico y tres "impulsivos" rara vez conducía a momentos mágicos. Las fiestas del año pasado fueron las más duras, ya que fueron las primeras desde que murió el alcohólico de nuestra familia, mi papá. El dolor y el resentimiento mutuo de mi hermano y mío aún estaban frescos, así que compartimos una cena incómoda y tensa.

A medida que se acercaban las fiestas de este año, sentí el familiar temor de los conflictos y juicios familiares. Tiendo a evitar todo lo que te
mo, así que me resistí a aceptar el desafío cuando mi familia me pidió que fuera la anfitriona de la cena festiva de este año. Soy una anfitriona tímida en el mejor de los casos. Sin embargo, aprendí a través de Al-Anon que Dios nos presenta desafíos cuando estamos listos para enfrentarlos. Así que acepté dar la bienvenida en mi casa a mi desconectada familia.

Mi programa me ayudó a cambiar mis actitudes y acciones antes de la cena. En particular, aprendí que necesitaba dejar ir mi miedo paralizante al conflicto y al juicio.
Primero, reflexioné sobre lo lejos que había llegado en el cuidado de mí misma durante el último año. Aprendí que no tenía que aceptar comportamientos inaceptables, como comentarios hirientes o acusaciones de mis familiares. También aprendí a establecer límites.

A pesar de que temía la ira de mi hermano, enfrenté mis miedos al seguir acercándome a él, incluso si solo le enviaba un correo electrónico una vez al mes. Aprendí a construir puentes entre nosotros en lugar de muros.
Al negarme a ser la anfitriona de nuestras reuniones, me di cuenta de que estaba agobiando a mis familiares. Mi miedo al juicio de los demás me impidió servir a mi familia. En cambio, necesitaba compartir la responsabilidad de organizar nuestros eventos. También me di cuenta de que me centro mucho en mí misma. Las fiestas no son sobre mí y mis habilidades culinarias; son una oportunidad para sanar el debilitado sentido de unidad de mi familia. Mi madrina lo expresó mejor: necesitaba soltar mi ego.

También aprendí que era injusto esperar que el resentimiento de mi hermano hacia mí se desvaneciera tan rápido como me hubiera gustado. Tenía todo el derecho de superar el dolor y la ira que provocó la muerte de nuestro padre, en su propio tiempo. Necesitaba ser paciente, desapegarme y concentrarme en mí misma. Dios me dio fe en que el resentimiento de mi hermano hacia mí eventualmente se desvanecería. Incluso si no fuera así, podría elegir actuar con madurez y ser mi mejor yo.

Mi programa de Al-Anon me ayudó a recordar que no estoy sola. Dios es una fuente de ayuda siempre disponible. Al trabajar mi programa, me dispuse a cambiar. Mi actitud hacia la organización de la cena evolucionó de "Ay, no" a "¡Sí, puedo!"

Mi estrategia para el éxito implicó volver a las herramientas que me ayudaron en los últimos meses: oración, preparación y práctica. A través de la oración, le pedí humildemente a Dios que me ayudara a enfrentar mis miedos. Sabía que no podía tener éxito, o relajarme, sin la ayuda de Dios, así que elegí deliberadamente "soltar las riendas y entregárselas a Dios".

Me preparé emocionalmente al compartir abiertamente esos temores con mi madrina, mi grupo y mi esposo. Al comunicarme honestamente, me acerqué mucho más a mi esposo. Se convirtió en una enorme fuente de apoyo. Me ayudó a superar mi inquietud y canalizar mi energía para planificar el menú con varias semanas de anticipación. Juntos, practicamos hacer cada elemento del menú y ajustamos las recetas a nuestra satisfacción. Cocinar en realidad se convirtió en un desafío divertido que acepté. Me enamoré de mi marido de nuevo.

Todos nuestros esfuerzos valieron la pena. La cena festiva de mi familia fue deliciosamente serena. Me sentí relativamente relajada y más cerca que nunca de mi esposo. Al poner “los principios por encima de las personas”, pude evitar reaccionar cuando mis familiares hacían comentarios negativos menores. En cambio, mantuve mis propios pensamientos positivos enfocándome en la gratitud por la reunión sin dramas de mi familia.

Me siento agradecida de saber que hice lo mejor que pude y apliqué el lema “Que empiece por mí”. Mi Poder Superior ayudó a sanar a mi familia al reunirnos en paz para celebrar una ocasión especial. Gané confianza y coraje al arriesgarme a probar cosas nuevas, sabiendo que no estoy sola. No podría haber pedido unas mejores fiestas, y realmente creo que mi papá habría estado orgulloso de todos nosotros.
¡Qué diferencia hace un año, cuando trabajo mi programa!

Lisa G., Ontario
The Forum, diciembre 2016
Reimpreso con la autorización de The Forum, Al-Anon Family Group  Hdqts, Inc., Virginia Beach, VA.

jueves, 14 de abril de 2022

Mi primera reunión de A.A.

 

Tendría yo tal vez 11 años cuando fui a mi primera reunión de A.A. pero no es que yo fuera alcohólico, sino que acompañé a mi papá a una de las pocas reuniones a las que asistió. Me gustó muchísimo y a la fecha tengo en la mente muchos detalles de lo que ocurrió esa noche.  A veces creo que algo dentro de mí me decía que había algo especial en ese sitio.

Conocí del programa desde muy niño. Otros familiares fueron a A.A. aunque la mayoría no perseveró.

Me gustaba hojear su literatura, especialmente el Libro Grande. Por medio de ese libro, un Selecciones del Reader's Digest y un libro de edición anual que trataba de diversos temas, supe de Bill W., el doctor Bob y superficialmente de qué se trataba Alcohólicos Anónimos. Jamás me hubiera imaginado que yo alguna vez seguiría ese programa y que iba a ser de tanto beneficio para mi vida. Jamás me hubiera imaginado que el mismo programa que ayudaba al alcohólico, me iba a ayudar a mí que era parte del "daño colateral" del alcoholismo.

 Gracias a las charlas de un miembro de Al-Anon que me sugirió una amiga argentina y otras coincidencias —¿o "diosidencias"? — llegué a esa hermandad. Aunque todavía tengo mucho que arreglar en mí, siento que se ha operado un cambio milagroso. Es más, ahora veo muchos milagros sentados en los grupos. Los milagros han resultado ser mucho más comunes de lo que me imaginaba. Eso aumenta mi fe y me anima a seguir luchando contra mis debilidades que no pierden ocasión para seguirme molestando ¡Trasmitamos el mensaje para que sigan ocurriendo milagros!

 C.G.


miércoles, 13 de abril de 2022

La madre que logró que su hijo dejara de beber


En un grupo privado de miembros de Al-Anon en Facebook se estuvo discutiendo la inútil que resultaba tratar de lograr que el alcohólico dejara de beber. Yo no tuve problema en admitir mi incapacidad de lograrlo. Una compañera me dijo que yo me subestimaba. Me dejó perplejo esa crítica de una miembro de
Al-Anon, aunque bien pudiera haber sido que no llevara suficiente tiempo en la hermandad para aceptarlo o bien solo era una persona que entró por curiosidad. Siempre dudé que hicieran un filtrado para evitar que entraran curiosos sin ninguna intención de seguir el programa.

El comentario que más me llamó la atención fue el de una señora que afirmaba que logró que su hijo dejara la bebida. Supuse que se trataba de un fiasco, pero no perdía nada con leer qué hizo. Al rato logró lo que la ciencia no ha podido. Su método consistió en estarlo internando en diversos centros de rehabilitación hasta que después del último internamiento, él decidió detenerse. No contó cuánto llevaba sin beber. No sería de extrañar que llevara poco tiempo y ella, como pasa frecuentemente con los familiares de los alcohólicos, se aferraba a la esperanza de que el alto fuera definitivo. Claramente ella no logró que dejara de beber. Él se esforzó por no consumir y ojalá lo continue haciendo. 

Lo que esa madre dijo más bien reafirmó que no podemos detener la compulsión del alcohólico por beber. Aunque pudiéramos lograr que se vuelva abstemio, sería insuficiente. El problema del alcohólico va más allá de la ingesta de alcohol. Padece un desequilibrio mental y emocional muy doloroso que busca aliviar con la bebida. Sin ella, la situación puede empeorar. Al igual que nosotros, necesita la sobriedad que es el pensar y actuar de manera sensata. Eso solo lo puede lograr cada persona con esfuerzo propio y la ayuda apropiada. Se vale ofrecer mi apoyo a otros, pero el trabajo lo tienen que hacer ellos.

C.G.

viernes, 17 de diciembre de 2021

Alcoholismo: Contagio familiar, retos y desafíos


Una de nuestras publicaciones recoge las palabras de Bill W. afirmando que quienes conviven el tiempo suficiente con un alcohólico, no pueden evitar volverse complicados y neuróticos. Yo puedo dar fe de eso. Como hijo adulto de alcohólico, estuve en primera fila viendo el triste espectáculo de la destrucción a la que era sometido mi padre por la enfermedad del alcoholismo, misma que nos hundía a nosotros, su familia. Fuimos víctimas del contagio familiar. No sucedió que nos volvimos alcohólicos, sino que, al no tener el conocimiento y la fortaleza para lidiar con ella, sus manifestaciones tan destructivas nos llenaron de dolor, distorsionaron nuestra forma de pensar y consecuentemente nuestra forma de vivir. Entre otras cosas, nos convertimos en co-alcohólicos, es decir adictos a rescatar al alcohólico de las consecuencias de sus actos de juicio enfermo y buscar la forma de “arreglarlo”. Con ello contribuimos a mantener una dinámica familiar enferma que perpetuaba y fortalecía el problema del alcoholismo.

Los seres humanos tenemos defectos que tienden a desviarnos del camino espiritual —yo lo defino como el camino para hacer lo correcto— pero en una situación donde hay una prácticamente constante invitación a hacerlo, la desviación es continua lo que trae muchos problemas y dolor. Leí una vez un artículo cuyo autor sostenía la idea de que el alcohol potencia los defectos del alcohólico.  Yo diría que la convivencia con un enfermo alcohólico potencia de manera directa e indirecta los defectos de los que están a su alrededor, haciendo sus vidas ingobernables e infelices. Los afectados por el alcoholismo ajeno a su vez afectan a otros, y el daño a nivel social va creciendo exponencialmente y pasa de generación en generación. La droga que causa más problemas a nivel social es el alcohol.

Los retos que enfrentamos los afectados por el alcoholismo son muchos. Andar lastimado por la vida y sin saber cómo responder adecuadamente ante ella, implica un esfuerzo enorme incluso en situaciones que normalmente no significan mayor problema, como socializar. Pareciera que todos los ámbitos de la vida se ven invadidos por el espectro del alcoholismo y nos complica la existencia. Los retos los resumiría en uno solo: EL RETO ES VIVIR. La mayoría, como los alcohólicos, buscan un paliativo para soportar el dolor existencial que produce no vivir plenamente. Otros sucumben ante la tentación de no seguir adelante y optan por la muerte.

El destino de un afectado no es nada halagüeño a menos que busque una solución. No funciona que el alcohólico deje de beber o alejarse de él. Los efectos los seguirá cargando el afectado, hasta que busque la ayuda apropiada y trabaje en sí mismo. En mi caso, esa ayuda apropiada la encontré en los Grupos de Familia Al-Anon.

Se me ha preguntado cómo recuperarse de afectación del alcoholismo de otra persona, como buscando que dé la respuesta en una sola oración. La única oración que se ocurre es “Practicando los Doce Pasos del programa de Al-Anon” ¿Qué significa eso?  Referirme a cada paso sería muy largo, pero me basaré en las cuatro ideas primordiales que encierran para resumir el proceso.

Lo primero es admitir la incapacidad ante el alcoholismo de otra persona. Esta derrota es el primer camino hacia la victoria. Tratar de controlar y curar el alcoholismo ajeno es una tarea condenada al fracaso. El único que puede detener la enfermedad es el enfermo alcohólico. No se le puede obligar. Los intentos bienintencionados por rescatarlo empeoran las cosas. Lo sensato es que el afectado centre su atención y esfuerzos en sí mismo y busque ayuda para sanar.

Lo segundo es poner en un Poder Superior a uno mismo, su vida y su voluntad. Puede adoptar como Poder Superior por ejemplo a Dios como usted lo entienda, el grupo, la literatura de Al-Anon, el Universo o hasta un objeto inanimado. Lo importante es que usted crea que puede cuidar y guiar su vida algo que suele ser un enorme reto porque, como dice nuestra literatura, la confianza es de lo primero que muere en un hogar alcohólico.

Otra acción para recuperarme es un cambio de actitudes. El programa nos sugiere una serie de actitudes sanas para vivir. En la medida que las haga parte de mí, no solo voy a enfrentar mejor el alcoholismo, sino también vivir mejor. Adicionalmente nuestro cambio de actitudes puede ayudar a sanar la dinámica familiar enferma y animar a los demás a buscar su propia recuperación.

Finalmente, se nos pide transmitir los tesoros que hemos recibido para retenerlos. Esto no se refiere solamente a hablarles a otros del programa, sino trasmitirles su calidez ¿Cómo? Con la práctica del programa que se puede resumir en la palabra amor. Una actitud benevolente en todas mis acciones va a tener efectos positivos en mi vida. Dando es cómo recibo.

El alcoholismo causa daños devastadores y los que rodean al alcohólico sufren graves consecuencias. La buena noticia es que se pueden revertir, aunque va a llevar tiempo y esfuerzo.  El practicar el programa me ha ayudado a mejorar mi forma de pensar y por lo tanto de sentir y actuar. Al-Anon no me ofrece una vida perfecta, pero sí una mucho mejor en tanto me mantenga obediente a los principios que me enseña el programa.

Un alcohólico, que no tiene necesariamente que ser de su generación, puede haber afectado su vida. Le sugiero asistir a Al-Anon. No tiene nada que perder y los beneficios que obtendrá serán tan grandes como su disposición para trabajar por su sanación interior.

C.G.

sábado, 14 de noviembre de 2020

Recuperación: Contagio familiar

Si el continuo estímulo negativo que produce convivir con enfermos alcohólicos causa estragos, ¿el estímulo continuo de una persona que practica el programa puede propiciar cambios positivos en los demás? ¡Sí! El preámbulo sugerido de nuestras reuniones lo dice: “Un cambio de actitud en la familia puede ayudar a la recuperación”. Un solo miembro que cambié puede servir como factor de cambio para el enfermo alcohólico, así como para los demás afectados por él.

En las familias alcohólicas se crea una dinámica enferma, un círculo vicioso al que muchas veces nos referimos como un carrusel. A medida que nuestra forma de pensar se distorsiona vamos contribuyendo a fortalecer y perpetuar la insania de toda la familia. El alcoholismo deja de ser un problema personal para convertirse en un problema familiar que se trasmite a las siguientes generaciones. Esa falta de cordura también va a afectar a otros fuera de nuestro núcleo familiar, y seguirá creciendo exponencialmente para llegar a ser un problema de proporción social.

La buena noticia es que un solo miembro de la familia que rompa esa dinámica enferma, que renuncie a su papel en esa tenebrosa obra de teatro, desestabiliza todo el sistema y eso puede provocar cambios importantes. En Al-Anon no se ofrece ninguna terapia para cambiar a los demás. El cambio es personal pero inevitablemente ese cambio va a afectar mi interacción con los demás, lo que puede llevar a un cambio en cómo me traten y en sus actitudes en general. Por ejemplo, si he sido rescatador y ahora dejo que las personas sufran las consecuencias naturales de sus actos, las estimularé para que sean responsables. Si pongo les límites, las estimularé para que sean respetuosos y revisen su conducta. Si antes las trataba con hosquedad y ahora las trato con cortesía, las puedo animar a que sean corteses conmigo.

Considero que el lema Que empiece por mí nos invita no solo a la práctica de los principios nosotros mismos, como dice la Quinta Tradición, sino también a ser los iniciadores del cambio que deseamos ver en los otros. No es necesario forzar a nadie, solo dedicarnos a hacer de nosotros las mejores personas posibles. El ejemplo y el tener una relación más sana con los demás son el incentivo. Como mencioné anteriormente la meta no es cambiar a nadie excepto a nosotros mismos, pero adicionalmente podemos contagiar la recuperación no solo a nuestros familiares sino a cualquiera que nos encontremos en el camino. Yo decido un día a la vez no dejarme contagiar de la insania de los otros, sino regalarles algo de mi sanación.

C.G.

jueves, 19 de marzo de 2020

Recuperación en los tiempos de la pandemia



Desde que empecé a dar mis primeros pasos en el programa, me di cuenta de que este no era una cura para la afectación de la convivencia con un alcohólico. Mas bien era un programa que fortalece las virtudes que están dentro de todo ser humano para que viva bien.  Como se infiere de la literatura, Dios ya me ha dado todo lo que necesito para ser feliz, pero tengo que sacarlo a la luz y ese es mi trabajo en Al-Anon. Vivir los principios del programa me permite enfrentar la vida con sensatez de la que se deriva también la muy ansiada serenidad que llegamos buscando.

El equilibrio emocional que he ido adquiriendo me ha permitido vivir con una razonable tranquilidad en medio del mar de temor desatado por la expansión del coronavirus. Y no soy el único. Varios miembros que se han esforzado por vivir lo más sinceramente posible el programa, han logrado mantenerse bastante estables en medio de este tiempo tan turbulento donde la mayoría de la gente se ha entregado a la histeria. Vamos contra corriente, pero la dirección es la correcta.

Acostumbrado en un pasado a esperar lo peor, cuando se presentaba algo realmente serio mi mente pesimista lo sobredimensionada. También creía cualquier información fatalista al respecto sin comprobar su veracidad y sin importar lo descabellada que fuera. No descarto que me hubiera convertido en un adicto a la sensación de temor que me gobernó por muchos años y quería repetir ese impulso negativo continuamente ansiando la tragedia. Como me decía mi padrino, quizá buscaba un placer morboso. Corregir lo anterior me ha permitido poner la situación actual en su justa medida y no creerme de buenas a primeras la información extraoficial, ni tampoco compartirla hasta comprobar su validez. Ahora pienso.

Como he aprendido en la hermandad, en vez de preocuparme mejor me ocupo. Acción es la palabra mágica.  Sigo las recomendaciones que se han hecho para protegerme y desde luego proteger a los demás, porque el bienestar común tiene la preferencia, pero debo empezar por mí. Ahora que menciono a los demás, se me han presentado varias oportunidades de compartir mi recuperación con otros ayudándoles a tranquilizarse sin minimizar la seriedad del asunto cuando me expresan su temor.

La fe, que considerando el pánico que se ha desatado es bastante escasa, es un gran regalo que he obtenido y en gran parte me ha permitido no dejarme llevar por tanta agitación. Otro elemento importante para evitar que me derrumbe, es la aceptación. No niego la situación actual, acepto la realidad que está pasando e incluso he aprendido a aceptar lo peor que pudiera pasar, aunque si realmente tengo fe, lo que pase es lo mejor.

Es normal que mis defectos de carácter quieran salir con mucha fuerza en momentos de crisis. No me sorprendería que más adelante sintiera que he retrocedido en mi camino hacia la recuperación. Ya me ha pasado, pero nuestra bienvenida sugerida dice que no hay situación verdaderamente desesperada. Si llegara a sentirme tentado a montarme en la ola del temor, debo creer que esto de una manera u otra pasará y saldré adelante. Como enseña Al-Anon, la misma crisis puede ser una forma de ayuda. He pasado por otras que me han servido para crecer en vez de, como en un ayer, hundirme. Siendo así, ¡bendita crisis!

C.G.