jueves, 30 de julio de 2015

Unos se comen la piña y a otros les duele la panza

Ayer vi una nueva confirmación de que tratar de controlar el comportamiento de otra persona es inútil. Una familiar estaba angustiada por la relación de su hija con un hombre que padece serios problemas emocionales, y que se manifestaban con frecuencia como hostilidad. Pasó meses persuadiéndola de acabar con la relación, usando primordialmente el chantaje emocional como arma. Ayer me contó que la relación acabó ¿Fue gracias insistencia de esa madre? No. Se presentó una situación límite que dio al traste con todo. La hija no aguantó más. Le mencioné a esa madre la posibilidad de que fuera una ruptura temporal e inmediatamente empezó a vociferar. No quería darle cabida a esa posibilidad. Solo quería aceptar lo que quería creer.

 

Esta familiar ya había pasado una temporada en el hospital por problemas psicosomáticos derivados de sus preocupaciones. Se la pasó deprimida en una cama por otros que andaban viviendo sus vidas tranquilamente. Se le dio de alta porque estaba bien físicamente. Me acordé de las palabras de un A.A. que definía la codependencia usando el dicho "unos se comen la piña y a otros les duele la panza". Se nos ha infundido que el interés por los demás se demuestra llenándonos de angustia cuando actúan de una forma que no nos parece conveniente y obligándolos a actuar como creemos es lo mejor para ellos. Eso no es cierto. La angustia y el control solo perjudican. Además, desde la perspectiva del programa, ese deseo de controlar lo que revela es una excesiva preocupación por uno mismo. El ego lo justifica como nobleza, aunque lo que en realidad le preocupa al controlador es que sus intereses se vean afectados y sufrir por ello.

 

Una madre en recuperación nos decía que ella daría su vida porque su hijo dejara la bebida.  Pero en vista de que eso no era posible, lo único que podía hacer era seguir su vida y orar por él. Dio su Primer Paso. Se rindió y no por eso es mala madre. Hacerse cargo de lo que se puede y debe y soltar el resto, es lo que se espera de toda persona juiciosa. Es un fruto de la recuperación.

 

C.G.

martes, 28 de julio de 2015

Histérico

En el programa se habla mucho de los problemas debidos a nuestra bajísima tolerancia a la frustración y nuestra altísima necesidad de aprobación. Una personalidad que tiene ambas debilidades se denomina histérica ¡O sea he sido un histérico! Y no estoy solo. Somos muchos los que, debido a nuestras exigencias de que todo salga acorde a nuestras expectativas, hasta las más irracionales, entramos en esa clasificación.

No creo que nunca pueda dejar del todo de crear expectativas y sentir  frustración. Lo que sí puedo y he ido logrando, es no crear tantas ni tan grandes expectativas y que mi frustración no pase en la mayoría de la veces de una pequeña desilusión. Me he vuelto más relajado, cosa que algunos les parecerá sinónimo de irresponsable.  Pero no se trata de indiferencia sino de aceptar mis limitaciones y las de los demás, por lo que renunció a la lucha cuando se torna inútil. Eso no es irresponsabilidad sino inteligencia emocional.

El Mahatma Gandhi decía que la vida se trataba de hacer lo que nos corresponde y dejar el resto a Dios. Ese pensamiento me ha ayudado mucho. Siendo realista, hay cosas que se me escapan de mis manos y tratar de hacerlas no entra dentro de lo que me corresponde. Lo que me toca hacer, lo hago con ahínco. El resto queda en manos de Dios. En un principio lo hacía a regañadientes. El miedo se negaba a que abriera mis manos para soltar lo incontrolable. Si quería dejar mi histeria y vivir tranquilo, tenía que dar ese salto de fe. Pedirle fe a un hijo de alcohólico como yo es pedirle mucho pero, ¿quién dice que la recuperación es sencilla? Para lograr lo que antes no se había logrado, hay que hacer lo que antes no se había hecho. 

C.G.


domingo, 26 de julio de 2015

Ataque de ansiedad

Siempre le pido al Dios de mi entendimiento que me ayude para compartir algo que sea de utilidad a otras personas en recuperación. Puede que me traiga a la mente a una frase, un recuerdo o una situación actual que me despierta una necesidad tal de comentarlo, que haga que las palabras fluyan sin detenerse hasta que no me sienta satisfecho con el mensaje trasmitido. En este caso se me presentó un problema de salud.

 Durante dos días estuve muy mal por un problema estomacal y luego vino un ataque de ansiedad. Cuando el cuerpo se enferma, la parte emocional también se ve afectada y sospecho que ese problema en el estómago lo desencadenó. Fue una desagradable sorpresa. ¡Se suponía que eso ya estaba superado desde hacía muchos años! Otra vez la falta de aire y la sensación de un peligro inminente contra mi vida que yo consideraba iba bien encarrilada. El pesimismo quiso apoderarse de mí. ¡Volvía el viejo presagio de que iba a vivir meses de pesadilla! ¡Nuevamente el futuro volvía a lucir aterrador! ¡Mi vida otra vez iba para el abismo! Hubo una alerta general en la familia. Creo que excepto yo, la gente se olvidó de pensar. Su solución, nacida del temor reflejado en sus caras y que no fue nada efectiva, fue decir "no puede dejarse caer en eso". Sonaba más a reto que a apoyo, lo que aumentó mi angustia en ese lapso de desasosiego. Luego simplemente pedí ignorar lo que estaba pasando y que me hablaran de cosas agradables, pasadas o presentes, para distraer mi mente y alimentar mi positivismo. Esa fue la solución. Una vez que recobré el control y una relativa calma, recurrí a la oración y me dormí. Al final todo acabo. Ese episodio duraría quizá una hora.

 ¿Qué lecciones aprendí de esto? Que no estoy exento a las recaídas, pero cuento con las herramientas que me da Al-Anon para recuperarme. Además, mi familia, aunque comprobé que todavía tiende más a reaccionar que a razonar, hace lo que puede con las mejores intenciones y su apoyo es incondicional. También ese pequeño bajonazo me sirve para empatizar más con los otros que sufren como yo los efectos de la neurosis, y me recuerda no claudicar en mi solidaridad. 

 ¡Gracias Dios por enseñarme que detrás de lo negativo puedo encontrar un tesoro y que, aunque haya altibajos en el camino de Al-Anon, la ruta siempre irá hacia arriba!

 C.G.