viernes, 27 de febrero de 2015

No me gusta pero lo necesito



"No todo puede girar alrededor de mis gustos y preferencias" es una frase que escuché decir a mi padrino muy a menudo cuando iniciamos nuestras pláticas. No lo recuerdo claramente, pero considerando lo obsesivo y desesperado que yo estaba en ese momento, creo que fue porque yo era insistente en no poder aceptar la situación que estaba viviendo ¡No era posible que eso me estuviera pasando! 

Nunca me ha sido fácil aceptar lo que no me gusta, aunque sea benéfico. Desde niño no me gustaba tomarme medicinas amargas. Lo que necesito no necesariamente es lo que me gusta. Y tampoco lo que me gusta es necesariamente lo que necesito. Cuando recibo lo que necesito pero no es lo que quiero, entonces pongo pretextos para encontrarle defectos y justificar el abandonarlo. Cuando recibo lo que quiero pero no es lo que necesito, igual busco pretextos pero esta vez para encontrarle ventajas y justificar retenerlo ¿Cómo mejorar si mantengo lo que me enferma y rechazo lo que me sana? Esa contradicción revela claramente mi falta de sano juicio.

Quisiera que todo marchara de acuerdo a mis gustos. Asumo que sé exactamente lo que necesito y necesitan los demás. Es una actitud egocéntrica y peligrosa considerando mis grandes limitaciones. Recuerdo una película cómica donde Dios le daba sus poderes a alguien que se vivía quejando de la vida y que estaba seguro que si las cosas salían conforme a sus deseos, todo sería mejor. El resultado fue desastroso. Al final tuvo que aceptar su propia incapacidad y que lo mejor era que las cosas se dieran a la manera de Dios. No dudo que si me viera en la misma situación de ese inconforme, causaría
y ya los he causado con mi rebeldía desastres. He tenido que admitir que mi gusto no necesariamente me llevará a buscar lo mejor y que es mi deber someterme a una guía superior. Los principios se anteponen a mis gustos y a todo. Sigue y seguramente seguirá sin agradarme el recibir cosas que no me gustan, pero al menos ya puedo disponerme a aceptarlas y esperar con fe el resultado.

C.G.

martes, 24 de febrero de 2015

No siempre tendremos éxito

La práctica del programa en nuestra vida diaria no es sencilla por la enorme carga que nos imponen nuestros defectos. Seguramente es por eso que el Paso Doce usa el verbo tratar. No siempre tendremos éxito llevando el mensaje —mucha gente lo rechazará— ni viviendo los principios en todos nuestros actos —somos imperfectos—. Mi padrino me dice al verme desanimado por mis fallos que Dios no nos pide que tengamos éxito, sino que tratemos sinceramente.

La profunda conciencia que he adquirido de mis fallas también me produce más dolor al recaer en ellas. Pero no puedo por eso abandonar lo que es mi vocación como persona y es en lo que me ayuda Al-Anon: mejorar mi calidad humana. Por otro lado, mi estabilidad emocional está en juego. Lo que me queda es seguir tratando sinceramente.

El ego no pierde oportunidad para hacerme desistir por lo tanto mi constancia es básica. La aplicación del programa no es solo para en las malas. Es una forma de vida que exige compromiso.  Los intentos sinceros por cambiar tienen que ser continuos, independientemente de nuestra sensación de fracaso. Nos guste o no, nuestra recuperación es un proceso de prueba y error.  Hay que tener claro que no será perfecto por lo tanto en el momento en que se produzca un asomo de desánimo por un esperable yerro de nuestra parte, es conveniente recordar que el Paso Doce nos dice que tratamos. Si fallamos pero lo intentamos sinceramente, es un triunfo.

C.G.

lunes, 23 de febrero de 2015

La lucha contra los defectos

Me gusta leer mucho sobre el tema del alcoholismo y las adicciones en general. En este momento estoy leyendo un libro que escribió el que hasta ahora se cree fue el primer sacerdote católico en ingresar a la comunidad de Alcohólicos Anónimos en busca de ayuda. Su nombre era  Ralph Pfau. El padre Pfau escribió varios libros sobre el Programa usando el pseudónimo John Doe (la versión en inglés de Fulano de Tal) que me han interesado muchísimo. El que actualmente estoy leyendo me ha sido de mucha ayuda para mantener mi sobriedad emocional, cosa que me cuesta bastante por mis defectos.
De todo lo que he leído lo que hasta ahora me ha llamado la atención es que afirma que nuestra esencia es una materia simple e indivisible. No podemos actuar bien y actuar mal porque somos una sola cosa y esa incoherencia, ese conflicto, esa inconsistencia nos hace infelices. Para él, una forma muy efectiva de eliminar los defectos de carácter es detectar el predominante y enfocarse en trabajarlo diariamente. Los demás irán desapareciendo junto con él.
Sin embargo decía que algunas personas podrían no sentirse bien con ese método y mencionó otro llamado el Método de las Fichas de Póquer. Sugiere escribir en fichas de póquer, aunque se puede usar otra cosa, los nombres de los defectos que hallamos en nuestro inventario. En el otro lado escribimos la virtud que se le opone.  En la mañana tomamos una ficha al azar y nos proponemos practicar esa virtud. En la noche la volvemos a poner junto con otras y las mezclamos. Al otro día se toma al azar alguna que puede ser la misma.
Nuestras incapacidades y la ingobernabilidad de nuestra vida son producto de nuestros defectos de carácter. Un esfuerzo sincero y contínuo para eliminarlos es necesario para vivir bien. Su lugar será reemplazado por las virtudes.  Nuestra meta es alcanzar una vida mejor y no solo pasarla superando crisis, lo que nos obliga a ser constantes en ese proceso de cambio de actitudes.

viernes, 20 de febrero de 2015

Mi papá no era malo

 Mi papá no era malo como tampoco lo eran los otros tantos alcohólicos con los que he tenido contacto. Su enfermedad los convertía en versiones grotescas de los seres magníficos que en realidad eran. Su yo verdadero, su espíritu, su esencia a veces salía dejando ver lo que todas las personas somos: seres que han nacido para buscar el bien y así alcanzar la felicidad. Lo que en realidad son va desvaneciéndose en medio de los humos del alcohol. En el libro Valor para cambiar se compara al alcoholismo con el alzhéimer ya que, como este, se va llevando de a poco a los que lo padecen, aunque sus momentos de lucidez nos hagan creer que van a volver a la normalidad.

Me causa dolor ver la naturaleza deformada del enfermo alcohólico, sea o no sea allegado mío. No es agradable verlo hacer el ridículo, fanfarronear, tambalearse, poner rostro desencajado, evadir la realidad, dañar su cuerpo, en resumen, desviado del camino del ser humano. No nacimos para eso.  Me despierta un sentimiento de compasión contemplar su lenta pero segura marcha hacia sus únicos destinos sino hace algo al respecto: la cárcel, la locura y una muerte prematura. Quisiera tener el poder de arrancarlos de la adicción para salvación suya y alivio de sus seres queridos, pero no lo tengo. Nadie lo tiene.  Es un asunto que está fuera de mi control y hasta podría ser que tenga que apartarme de su camino por mi bien y el de otros que se vean afectados por su auto destrucción.

Al evocar esa época en que desconocía lo que verdaderamente era el alcoholismo —nada más sabía que era una enfermedad, pero sin más detalles— siento algo de pesadumbre ¡Si hubiera sabido lo que sé ahora! Mi relación con los alcohólicos habría sido diferente. Mi forma de percibirlos y tratarlos habría sido otra. Incluso ese conocimiento me hubiera hecho menos vulnerable a sus desmanes. Al entender que convivía con alguien que no era que no nos amara, sino que estaba estreñido emocionalmente, mi desarrollo como persona habría sido mejor. No puedo cambiar eso, pero sí puedo sanar hoy y llevar a otros el mensaje de Al-Anon para que tengan una mejor perspectiva acerca de los alcohólicos y un mejor juicio para proceder prudentemente con ellos.

C.G.

miércoles, 18 de febrero de 2015

El alcoholismo es una enfermedad llena de ironías

Hoy me puse a cavilar sobre el alcoholismo y me he dado cuenta de que es una enfermedad llena de ironías:

Quien tiene la enfermedad, niega tenerla.

El alcohólico hiere a los que más ama.

Si se trata de rescatar al enfermo, sus posibilidades de que se recupere disminuyen y si se le deja por su cuenta, aumentan.

El cónyuge que no bebe es el que más daña a la familia.

Hay que rendirse para empezar a mejorar.

Los hijos de alcohólicos que suelen jurar no caer en las garras de la bebida ni involucrarse con un
alcohólico, son los que más frecuentemente hacen lo contrario.

Dejar la bebida no es sinónimo de sanación y por el contrario, puede empeorar los problemas.

Algunos dejan a su cónyuge alcohólico… para irse con otro alcohólico.

Beber alcohol no es la causa del alcoholismo.

El alcohólico no miente para engañar a los demás sino para engañarse a sí mismo.

La fanfarronería del alcohólico es una manifestación de una enorme inseguridad.

El alcohólico quiere verse muy independiente pero su mayor temor es ser abandonado.

Hay quienes dicen odiar al alcohólico, pero cuando creen que está en peligro o que se va a alejar, se desesperan.

El alcoholismo distorsiona nuestro sentido de lo bueno y de lo malo, de tal manera que nos acostumbramos a que vivir mal es normal y que vivir bien es anormal.

Los familiares señalan al alcohólico como alguien que no está en sus cabales y, sin embargo, le siguen el juego y se dejan afectar por lo que este dice o hace ¿No están ellos más perturbados?
 
C.G.

martes, 17 de febrero de 2015

Cuando amamos a un alcohólico

Les comparto este otra publicación del blog Through An Al-Anon Filter

CUANDO AMAMOS A UN ALCOHÓLICO. Cuando amamos a un alcohólico, podemos empezar a creer que con un pensamiento racional y cuidadoso, vamos a encontrar la manera "correcta" para explicarles el daño que su forma de beber nos causa a nosotros y a la familia. Podríamos pensar que debido a nuestro cuidado en la elección de nuestras palabras y nuestro tono, el alcohólico será capaz de oírnos.

No es así. Como seres humanos todos tenemos la habilidad de negar, algunos de nosotros a un nivel que podría parecer una locura - esa es la adicción.

Cuando amamos a un alcohólico, podemos querer creer que lo que nos están diciendo esta vez es la verdad - que no se comportarán otra vez así cuando se emborrachen de nuevo, que no tenemos que avergonzarnos ante los gritos de rabia, porque esa fue la última vez, nunca volverá a suceder. Pero si continúan bebiendo, y la rabia es parte integral del proceso de intoxicación de esa persona, entonces los enfrentaremos de nuevo.

Cuando amamos a un alcohólico, podemos asombrarnos al descubrir que cuando finalmente nos decidimos a romper, después tal vez de años de sufrimiento por los efectos de su alcoholismo, es el momento en que deciden dejar de beber - una vez que ya no estamos.


He visto que sucede bastantes veces, y la parte que ha roto puede sentir una ira incontenible -"¿Por qué ahora? ¿Por qué no podía haber hecho eso cuando aún estábamos juntos? Le di años a ese hombre/mujer, y le rogué un millón de veces que dejará de beber y espera a que yo dejé el matrimonio, y entonces deja de beber."

Cuando amamos a un alcohólico, podemos esperar que si lo rescatamos de una mala situación, les proporcionamos dinero / un lugar para quedarse / comidas / un vehículo para conducir, estarán agradecidos, y tratarán con más fuerza alcanzar o mantener la sobriedad. En Al-Anon, este tipo de comportamiento se denomina "permisividad", ya que hace posible la capacidad del alcohólico para mantener sus malabarismos por un período más largo, antes de que todo se derrumba alrededor de su cabeza, y se enfrente a las consecuencias de sus propias decisiones.

La permisividad puede sentirse como amorosa y solidaria, pero a menudo tiene más que ver con nosotros que con el alcohólico. Es posible que necesitemos sentir que hemos "hecho todo lo posible" o somos "un buen padre / esposa / hermano" con la esperanza de que nuestro ejemplo les mostrará cómo su comportamiento es por el contrario, destructivo.

Tal vez estamos atrapados en un ciclo de permisividad, en la que creemos que si no actuamos para salvarlos, se perderán en su adicción para siempre o incluso morirán.

La triste verdad es que no todo alcohólico es capaz de alcanzar o mantener  la sobriedad. Muchos de ellos se han perdido en la adicción, y muchos mueren cada año debido a los efectos de la bebida.

En Al-Anon aprendemos que no lo causamos, no podemos controlarlo, y no podemos curarlo. Esto puede ser un duro golpe para el ego y para la propia imagen como rescatador, o puede ser un paso hacia la libertad cuando entendemos que es realmente posible para nosotros tener una vida, satisfactoria, productiva y serena, ya sea que el alcohólico beba aún o no.

El desapego no es cruel ni despiadado; el desprendimiento nos salva de continuar con un trabajo en el que podemos tener un efecto nulo. Cuando amamos a un alcohólico, una de las cosas más consideradas que podemos hacer por ellos es permitirles que controlen sus propias vidas. Podemos sentirnos angustiados por sus elecciones y su autodestrucción, pero cuando honestamente admitimos nuestra impotencia, hemos comenzado nuestro propio viaje de sanación.

Ruego por seguir desprendiéndome de los alcohólicos de mi vida y ser capaz de ver sin juzgar y amar sin culpar.

lunes, 16 de febrero de 2015

Somos maravillosos



Todas las personas somos maravillosas. Me duele ver cuando la gente se menosprecia o usa su potencial para buscar metas egoístas que la acaba destruyendo. Con todo y lo mal que está el mundo, sigo creyendo en el ser humano y que esencialmente ha nacido para el hacer el bien. Lo demuestra su sufrimiento cuando va contra su naturaleza y su felicidad cuando la sigue. El objetivo del programa es encarrilarnos por el sendero del desarrollo humano. Gracias a Dios pese a que el egoísmo siempre logró hacerme su presa, la voz de mi naturaleza humana no llegó a acallarse completamente.  Quizá mis propios sufrimientos me hicieron más sensible al sufrimiento de los demás y eso evitó que los viera como cosas que podía usar a mi antojo. Me di cuenta, por mi dolorosa experiencia que hoy agradezco, que lo que vale es la solidaridad.

Ya desde niño me empecé a dar cuenta de que lo que me proponían como la felicidad, no lo era. Esa voz natural interior estaba todavía muy fuerte y me decía que el camino hacia la realización no tenía que construirse sobre los demás, sino junto a los demás, que yo ganaba cuando todos ganábamos. Triunfo si actúo correctamente y si no, no importa lo que logre, soy un perdedor.

Al-Anon ayudó a rescatar mi espíritu y aquella voz interior se ha hecho más fuerte. Exploro y exploto el maravilloso legado que me tocó como herencia por pertenecer al género humano y el resultado ha sido una vida con sentido y más feliz. Esa riqueza está dentro tuyo también, esperando a ser redescubierta y utilizada ¡Pon manos a la obra ya!

C.G.