martes, 30 de junio de 2015

Buenas intenciones que llevan a malas decisiones

El pasado fin de semana se armó un gran escándalo cerca de mi casa. A un vecino, enfermo alcohólico, después de beber licor le entró la idea de que lo iban a matar. Antes de que lo hicieran, sacó un machete con el que intentó defenderse. La esposa, quien iba a ser la primera víctima, llamó a la policía que no tardó en presentarse. La familia lo estaba apaciguando para que no fuera necesario que lo encerraran. Incluso, una familiar mía que conoce del Programa que entre otras cosas no pide no inmiscuirnos en lo que no nos incumbe, hizo a un lado el desprendimiento emocional exclamando "¡Voy a parecer muy metiche, pero a él no se lo llevan arrestado!" Acto seguido, se lanzó al rescate. Puede sonar cruel, pero yo hubiera preferido que lo detuvieran. Quizá le hubiera ayudado a reflexionar. Un familiar mío, también alcohólico, siempre protegido por su esposa para que no afrontara las consecuencias de sus actos, tuvo un breve pero fuerte encuentro con la Ley que lo hizo pensar y dejar la bebida. Recordé a otro amigo que llamó a la policía para que lo defendiera de su hijo, y aunque me dijo que sufría viendo que le suplicaba que no dejara que se lo llevaran, no impidió que lo encerraran por unas horas. Desde entonces su hijo cambió radicalmente.

  Nos cuesta dejar que las demás personas sufran los efectos de sus actos de mal juicio. Desde luego nos cuesta más practicar el desprendimiento con las personas más cercanas. Llegamos a negar que tengan un problema. Pienso en mi familiar que se lanzó a rescatar a nuestro vecino alcohólico. Varias veces le he dicho que esa persona, normalmente muy amable y servicial, tiene un problema de alcoholismo. Pero también cae en la negación y me responde que "es que se intoxica" o "que le cae mal cierto tipo de licor" y que le va a hablar porque solo es cuestión de que se "amarre bien los pantalones" para que no beba. Si así actúa la que es apenas una vecina, ¡cómo no esperar que a alguien más allegado le cueste practicar el desprendimiento y hacer a un lado la negación! 

 Admiro a las personas que logran desprenderse responsablemente y aceptar la realidad, porque es una muestra de madurez y amor genuino. Dejarse llevar por el sentimentalismo no es útil. Es necesario pensar. Le pido a mi Poder Superior que me permita lograr ese grado de crecimiento y evite que mi "benevolencia" termine llevándome a tomar malas decisiones.

C.G.

domingo, 28 de junio de 2015

Un hombre Al-Anon



Antes de entrar a Al-Anon sabía que no iba a encontrar muchos miembros hombres. En las muchas charlas que escuché y que me motivaron a incorporarme a esa hermandad, se hacía evidente que una abrumadora mayoría eran mujeres. Eso no me detuvo. Para mí no era un obstáculo y sabía que lo más importante era mi recuperación emocional. Verme entre tantas mujeres me recordó mi niñez. Se esperaba que los hombres fueran indiferentes y distantes con los niños, así que generalmente estaba acompañado de mujeres. Me sentí muy a gusto entre mis compañeras que también habían probado la amargura de convivir con el alcoholismo, pero que ahora estaban probando las mieles de la sanación por medio del crecimiento interior que promueve el programa.

En algún momento recibí críticas por interesarme en el tema del mejoramiento personal. Algunos consideraban que era un asunto exclusivo para mujeres. La supuesta invulnerabilidad masculina debía bastarme para que no me afectara nada. Lo mejor no era ni buscar sanación sino reprimirme. Y si eso me volvía hosco, egoísta, frío, mezquino e indiferente, pues mejor porque eso es lo que se esperaba de un hombre. No me creí esas mentiras y solo por la gracia de Dios encontré un lugar en el grupo que me ha dado tanto. Me siento muy contento de ser un Al-Anon.
 
C.G.

viernes, 26 de junio de 2015

Engañado

He vivido rodeado de muchas mentiras. En mi proceso de crianza se me inculcaron ideas que iban contra el verdadero sentido de la vida que he encontrado en el Programa, y que por los resultados obtenidos para mí es el verdadero. Por supuesto me aferré a esas creencias falsas que daba como evidentes. Y es que eran las únicas que conocía. Fui engañado y por lo que veo a diario, buena parte de la humanidad vive engañada. El resultado de vivir en una mentira es vivir mal. Anduve por un camino falso que generó y fortaleció un falso yo que se volvió mi verdugo. El camino de mi verdadero yo iba por otro lado.

No me ha resultado un proceso doloroso dejar esas falsas creencias. Más bien me fascina descubrir estas realidades, cuya efectividad para mi les dan legitimidad. Lo que si resulta un poco más complicado es que al ir abriéndose a estas verdades y tomar un camino distinto al que recorre la mayoría, se produce una sensación de aislamiento. Sé que algunos sucumben a la tentación de retroceder para no perder la aceptación y aprobación de los demás. Aunque es fascinante ver las cosas desde otra perspectiva, tampoco ha sido fácil cambiar mi forma de ser para que se adapte a ella.

Cuando hablo de estas verdades que he encontrado en el programa, comprendo el rechazo y hasta la burla de algunas personas que no las entienden. Mucha gente —como yo en su momento— está tan atrapada en esas mentiras, depende tanto de ellas, las han convertido en bases tan profundas de su vida que no puede o no quiere ni tan siquiera cuestionarlas, sobre todo si les reportan un enfermizo beneficio. El principio espiritual del respeto me dice que no puedo ni debo tratar de cambiar su forma de pensar, pero se enciende en mí el deseo de que algún día logren aceptar esas realidades y gocen los beneficios que da el transitar por el camino de la Verdad.

C.G.

 

martes, 23 de junio de 2015

Compasión y solidaridad



Durante una época, en una empresa en la que trabajé, hubo una serie  de despidos a causa de una restructuración radical. Una persona nos decía con un tono solemne  que la actitud cuando viéramos esos despidos era pensar "Que bueno que no fui yo". Tanto  tiempo después me pongo a pensar en esas palabras y aunque me imagino que eran para  consolarnos, no creo que fueran las mejores. En el fondo a lo que apelaba era nuestro egoísmo,  a la desastrosa pero siempre actual idea de "mientras yo esté bien, los demás no importan". Es  una creencia cínica y muy generalizada, pero desde el punto de vista espiritual dañina. Y como  somos seres espirituales, no nos conviene.

Mi padrino me decía que el programa de Alcohólicos Anónimos, que nuestros grupos adoptaron, en  realidad no era un programa para dejar de beber sino una guía sobre cómo se debe vivir. Al  vivir de manera coherente con la forma a la que se está llamado por naturaleza a hacerlo, se  desarrolla una armonía interior que contiene la adicción. Es un efecto secundario de ese  maravilloso cambio que se realiza en la persona. Esa forma de vida conlleva ser solidario con  los demás. Es vivir en el amor por lo tanto no puedo ser indiferente. Me tengo que interesar  por los demás y aunque no puedo cambiarlos, puedo extenderles una mano amiga. Si soy solidario  mucho menos puedo usar a la gente para mis propósitos. La consideración, la compasión, el  entendimiento que desarrollo por mis semejantes me impiden aprovecharme de ella. 

 Vivir el programa va más allá de sanar emocionalmente o de solo "irla pasando". Es vivir a  plenitud y alcanzar enormes alturas en el plano espiritual que es amplísimo.