martes, 23 de junio de 2015

Compasión y solidaridad



Durante una época, en una empresa en la que trabajé, hubo una serie  de despidos a causa de una restructuración radical. Una persona nos decía con un tono solemne  que la actitud cuando viéramos esos despidos era pensar "Que bueno que no fui yo". Tanto  tiempo después me pongo a pensar en esas palabras y aunque me imagino que eran para  consolarnos, no creo que fueran las mejores. En el fondo a lo que apelaba era nuestro egoísmo,  a la desastrosa pero siempre actual idea de "mientras yo esté bien, los demás no importan". Es  una creencia cínica y muy generalizada, pero desde el punto de vista espiritual dañina. Y como  somos seres espirituales, no nos conviene.

Mi padrino me decía que el programa de Alcohólicos Anónimos, que nuestros grupos adoptaron, en  realidad no era un programa para dejar de beber sino una guía sobre cómo se debe vivir. Al  vivir de manera coherente con la forma a la que se está llamado por naturaleza a hacerlo, se  desarrolla una armonía interior que contiene la adicción. Es un efecto secundario de ese  maravilloso cambio que se realiza en la persona. Esa forma de vida conlleva ser solidario con  los demás. Es vivir en el amor por lo tanto no puedo ser indiferente. Me tengo que interesar  por los demás y aunque no puedo cambiarlos, puedo extenderles una mano amiga. Si soy solidario  mucho menos puedo usar a la gente para mis propósitos. La consideración, la compasión, el  entendimiento que desarrollo por mis semejantes me impiden aprovecharme de ella. 

 Vivir el programa va más allá de sanar emocionalmente o de solo "irla pasando". Es vivir a  plenitud y alcanzar enormes alturas en el plano espiritual que es amplísimo.

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