miércoles, 30 de noviembre de 2016

La ayuda que no me ayudaba

No hay vez que no pase por la clínica donde cuando era niño me llevaban para atenderme por padecer de "nervios", en que no recuerde mis citas. Mi mamá por lo regular pasaba por mí a la escuela y como almuerzo me llevaba una torta de huevo envuelta en una tortilla. Eso sería todo lo que iba a comer hasta muy avanzada la tarde. A ratos me ponía a tocar una serie de pequeños cuadrados que eran parte del decorado de las paredes, jugando a que eran luces de una computadora. No me imaginé que a la larga terminaría metido en el mundo de la computación. 

 Mis visitas eran aburridas e improductivas. No solo los medicamentos no funcionaban, sino que la pobre psicoterapia que me aplicaban, no me hacía sentir mejor. Quería vivir tranquilo, interactuar normalmente con las personas y dejar de ser el “raro” de la familia. Muchos años después fui donde una psiquiatra que al contarle mi historial me preguntó qué era eso de padecer de nervios. En pocas palabras le expliqué que vivía con mucho temor. Por supuesto vivía con mucho temor. El miedo es una de las principales características de los que fuimos criados en un hogar alcohólico. Hoy puedo decir que en general los ambientes donde fui creciendo, eran altamente disfuncionales. Parecía que no hubiera lugar al que fuera donde no se alimentara mi neurosis.

 La ayuda que necesitaba tardó mucho en llegar. Se llamaba Al-Anon. Al encontrarla y resultar tan efectiva, no podía menos que tratar de compartirla con personas que habían vivido lo mismo que yo. Quizá muchas de ellas también estaban recibiendo una ayuda que en realidad no ayudaba y les sirviera esa opción. A veces me pongo a verme como ese niño esperando horas para un tratamiento ineficaz y me gustaría decirme que hay una solución, pero había que ir a otra parte. Por supuesto no puedo. Lo que sí puedo es seguir llevando este mensaje a otros que en este momento necesitan la mano de Al-Anon y Alateen. Podría ahorrarles años de sufrimientos con solo darles un poco de información.

 C.G.

martes, 22 de noviembre de 2016

Cambiar actitud = Cambia tu vida



En las últimas semanas se me han presentado una serie de tentaciones para caer en el odio. Hasta ha habido gente que me ha animado a que me resienta y llegue a la venganza. No quiero llenar mi corazón de rencor. No es una actitud espiritual y no me conviene.

Junto a esas oportunidades de practicar el odio, también han aparecido oportunidades de ayudar a esas personas a las que se supone deberían ser blanco de él. Opté por el programa que me enseña el camino del amor. Y eso sí me convenía. Fue una excelente decisión. He recibido muchos beneficios a nivel espiritual y hasta material. Si practico los principios, todo tiende a ir bien. Tal vez no de la forma en que esperaba, pero sí bien. No falla.

Fue bueno no prestar oídos a las voces del odio. De todas formas no siento que esas personas a las que me animaban a ver con malos ojos, me hicieran daño. Simplemente no lo permití. Vi las cosas de una manera diferente y la situación desventajosa en la que me pusieron mis “enemigos”, más bien la acomodé a mi favor. Inclinarme por el amor no tardó en traerme grandes beneficios.

Esta experiencia viene a fortalecer mi fe en los principios del programa. Su efectividad me anima a seguirlos, aunque vayan contra el "sentido común." Hay que atreverse a hacer las cosas de manera diferente para obtener resultados distintos. Es fundamental un cambio de actitudes para salir del círculo vicioso y desolador en que muchas veces se convierte nuestra vida. 

Se los digo: ejercitar la fe diariamente vale la pena.

jueves, 17 de noviembre de 2016

El camino correcto



Me he dado cuenta que el ser humano como todas las criaturas vivientes tiene un propósito. En el caso nuestro no es solo sobrevivir a como dé lugar y mantener nuestra especie. Es vivir de acuerdo a un espíritu, a una esencia que hay dentro de nosotros. Esa esencia me dice que mi propósito es vivir en armonía con un Poder Superior que es fuente de Bien, conmigo mismo y con todos los que me rodean. Si me salgo de ese camino sufro y si lo sigo, soy feliz. Alguien decía que la neurosis es la enfermedad de un espíritu que ha perdido el rumbo y estoy de acuerdo.

Debí ser constante en el camino que me señalaba mi espíritu desde mi infancia, pero nací con una tendencia a desviarme, animada por el medio enfermo en que crecí. Pero ahora que he encontrado esta verdad hago un esfuerzo por seguir ese sendero espiritual, no solo porque quiero sentirme bien, sino porque es lo correcto. Es lo que le da sentido a mi vida y con ello cumplo mi propósito como ser humano. La recompensa que se obtiene a cambio es un gozo interior que llamamos FELICIDAD.