domingo, 28 de febrero de 2016

Restauración espiritual



Al finalizar la reunión de la semana pasada en el grupo al que normalmente asisto, me di cuenta de una reunión de aniversario del grupo de A.A. de mi comunidad. Disfruto esas reuniones y aprendo mucho de las experiencias de los dobles A, por lo que decidí asistir junto con dos de mis compañeras. Tras la bienvenida se le  cedió un espacio al grupo Al-Anon que se reúne en ese mismo local para que trasmitiera su mensaje. Por motivos de horario no puedo asistir a ese grupo, pero conocía a la compañera que se levantó para dirigirse a la tribuna. Fue una sorpresa porque llevaba poco tiempo en el programa y no esperaba que fuera a dar el mensaje, mucho menos tan bien como lo hizo.

Otra vez quedo de manifiesto que la práctica del programa produce cambios portentosos. Se notaba en mi compañera una gran restauración interior que no pensé fuera lograr tan pronto. El verla dar testimonio del cambio que ha experimentado me tomó por sorpresa. Solo verla parada delante de tanta gente hablando con tanta seguridad y alegría, trasmitía con fuerza que algo importante había sucedido en su vida. Me pareció muy atractiva su forma de promocionar el programa y espero que también le haya parecido atractiva a los asistentes, y eso se traduzca en nuevos miembros.

No dejan de asombrarme los cambios tan radicales que pueden lograr las personas cuando se deciden a hacerlo y tienen la guía adecuada. El cambio en mí también ha sido grande y confío en que siempre seguirá teniendo un impacto positivo. La vivencia de los principios no es una medicina que se toma para un alivio temporal, sino el alimento diario que nutre al espíritu para estar permanentemente fuerte. No es algo para de vez en cuando, sino para toda la vida.

C.G.

Fe es confianza, no desafío

Mi Poder Superior sabe lo que hace sino no sería un poder superior. Por eso puedo tener confianza en que las cosas marcharán cómo debe de ser aunque no salgan como yo esperaba. Ya muchas veces me ha dejado con la boca callada al mostrarme una solución mejor a la que yo le exigía y me parecía a todas luces la más conveniente. En vez de manifestar mi fe imponiéndole desafíos al Dios de mi entendimiento, le dejo las cosas en sus manos sabiendo que hará lo mejor. Esa confianza quedará de manifiesto con la serenidad que me da el saber que no podría quedar en mejores manos. La prueba de mi fe es mi serenidad.

viernes, 26 de febrero de 2016

Poco a poco pero constante

Dice la literatura "hazlo con calma pero hazlo". No me puedo engañar diciendo que haré el cambio "algún día" que nunca llega, porque siempre tengo una buena excusa para seguir haciendo lo mismo.

Cultivando la fe

En momentos de crisis queremos hacer un gran retiro de fe y gozar la serenidad que ella trae, pero nuestra bóveda está vacía. No hemos hecho los depósitos para tener la fe suficiente que nos urge en esos momentos. La literatura nos dice que la fe llega a través de la práctica y esa práctica debe ser periódica. La fe se cultiva antes de que lleguen las crisis.

Se requiere valor para progresar

El programa es sencillo, pero es la cobardía con que nos encierra nuestro ego la que nos complica seguirlo. Se requiere valor para cambiar. Sin él siempre evitaremos los retos e inventaremos justificaciones para no progresar más rápidamente o para no progresar del todo. Ese valor para cambiar lo que sí podemos viene de nuestro Poder Superior a quién hay que pedirlo sincera e incesantemente.

La medida de nuestro progreso

El bienestar que sentimos en las reuniones no es suficiente para decir que progresamos. Tampoco un gran conocimiento del programa ni el haber pasado mucho tiempo en él. El.progreso se nota en nuestros cambios y en cómo esos cambios hacen que vivamos en armonía tanto dentro del grupo como fuera de él. La práctica de los principios por encima de nuestra persona es lo que marca la diferencia.

domingo, 21 de febrero de 2016

Terquedad

El reciente asesinato de una familia ha estremecido a mi país. El asesino fue el amante de la madre quien después de un tiempo de abandonar a su familia, decidió regresar junto con él. Ella, el esposo y tres hijos menores de edad murieron. El crimen como tal ya era suficiente para impactarme, pero hubo otra cosa que me sacudió más. La madre de la ahora fallecida, le había advertido a esta que su amante terminaría matándola. No era una suposición sin sustento dado el historial de violencia del hombre. Su respuesta fue que no le importaba que la matara, que no era un asunto de su incumbencia ya que no sería a ella a la que matarían. Esas palabras necias que he oído muchas veces, en esta ocasión me resultaron más chocantes quizá por el desenlace fatal.

Muchos años atrás una vecina muy joven dijo que se iba a vivir con su novio casado. Era “el hombre de su vida” así que nada le importaba, ni las súplicas de su madre. A los días, no recuerdo cuántos, pero fueron pocos, estaba de regreso. El hombre de su vida la había enviado en un taxi a su casa. Vi el taxi, pero no a ella. Una de sus amigas más cercanas me contó que llegó con el rostro cubierto. Se tuvo que tragar su prepotencia. La luna de miel duró poco, aunque lo suficiente para quedar embarazada.

La terquedad puede llegar a ser mortal, pero si alguien se decide morir por sus caprichos, no se puede hacer nada por convencerla. Eso fortalece mi convicción de que debo vivir y dejar vivir, aunque dejar vivir signifique dejar a los otros ir por el camino de la autodestrucción. Y no siento culpa. No vale la pena luchar por causas perdidas. Yo mismo he sido terco y no he atendido razones por convenientes que sean y sin importar si me las dicen de buena o mala manera. No puedo hacer nada frente a la determinación de alguien de seguir su propio sendero.  Debo incluso abrirme a la posibilidad de que yo esté equivocado y ese camino lo lleve a un buen destino. Mejor me enfoco en procurar tomar las mejores decisiones para mi vida basado en la guía del Dios de mi entendimiento y el programa.

C.G.

domingo, 14 de febrero de 2016

Me encanta que lleguen nuevos




Me embarga la alegría cuando llegue un nuevo al grupo. Y si es más de uno, me siento todavía más alegre. No es solo porque la hermandad crece, sino por ver que otras personas se están dando la oportunidad de sanar y crecer interiormente. El Programa me ha dado tantos regalos que cuando veo llegar a personas que también los recibirán, si son perseverantes, me entusiasma. Me regocija cuando alguien entra a nuestras salas a salir de los escombros en que lo enterró el  alcoholismo, no solo porque su vida mejorará sino porque su recuperación impactara positivamente a otras personas que a la larga podrían llegar a Al-Anon.

Cuando hay alguien nuevo trato de que se sienta cómodo, que sepa que está entre iguales y le comparto mi experiencia antes de llegar al programa y después de llegar a él. Trato de hacerlo de una manera muy atractivo para que se lleve una muy buena impresión y sienta deseos de asistir a por lo menos una reunión más. No puedo obligar a las personas a que regresen, así que la única manera en que puedo influenciar en ellas para que lo hagan, es que sientan deseos de repetir de la experiencia.

No soy el único que no se emociona cuando tenemos la dicha de que llegue gente nueva. Me llena ver que el resto de mis compañeros y compañeras le regalan a los nuevos una sonrisa y un saludo. No falta la expresión “¡Qué bueno!” enfatizando la alegría de tener entre nosotros a alguien que quiere salir adelante, y si se mantiene, hará más grande nuestro movimiento de buena voluntad mundial.

Recibamos con cariño a los nuevos y procuremos que lleguen más. Que sientan que no están solos, y que en nuestra hermandad van a encontrar siempre brazos abiertos dispuestos a darles el apoyo que los miembros siempre nos damos. Que no olvidemos que la base de nuestro programa es el amor y hay que darlo a manos llenas.