miércoles, 19 de julio de 2017

Alguien que amo



Les comparto esta historia escrita por Terry H. de Washington para la revista The Forum de mayo de 2001:
 


Apuesto que quizá esto se debió a esos programas de vaqueros que pasaban en la televisión cuando crecía. Pensaba que en cualquier momento en que alguien que yo amaba estuviera en problemas o a punto de ser herido, cabalgaría en mi caballo blanco, llevando mi sombrero blanco y lo salvaría. Después de deshacerme del mal amenazante, aquellos que me amaban estarían seguros para siempre.

Cuando me convertí en padre y abracé por primera vez a mi hija, pensé que nada en este mundo la heriría, no mientras yo estuviera vivo y no en tanto yo fuera su papá. Los papás eran esos héroes que cabalgaban y detenían el problema.

La noche que puse la cabeza de mi hija en mi regazo porque ella estaba demasiado inconsciente a causa del alcohol,  yo estaba en tal negación que no tenía idea de lo que la estaba hiriendo. Me empecé a dar cuenta por primera vez de que no había un caballo blanco y que yo no era un héroe. Era un padre que amaba a alguien que bebía y que estaba fuera de control, y yo no tenía a dónde acudir.
Intenté todo lo que sabía y fallé.  Incluso recuerdo rezarle a Dios para que me dejara morir si eso cambiaba la vida de mi hija y la salvaba. Dios escuchó y respondió pero no de la manera en que le pedí en mi rezo. Me llevó al punto en que puse a mi hija en tratamiento por su alcoholismo y ahí fue donde escuché lo que cambió mi propia vida: Al-Anon.

Empecé a ir a Al-Anon hace casi cuatro años y no soy el mismo. Hoy soy alguien que ama, alguien que ha aprendido a perdonar,  alguien que puede aceptar. He aprendido esas cosas de un cuarto lleno de héroes que se reúnen las noches de cada martes, miércoles y jueves. No llevan sombreros blancos ni cartucheras, pero enfrentan sus más grandes temores con valor y lágrimas, un paso a la vez.

En un mundo concentrado en las malas noticias, esta gente me enseñó que los héroes existen. Hacen lo mejor que pueden con lo que su Poder Superior les da. Los Doce Pasos nos ayudan a caminar por el sendero de la vida, pero no es fácil. No siempre hay finales felices, aunque he visto puestas de sol a las que vale cabalgar. Al-Anon me da suficiente paz para disfrutar la belleza que existe incluso en tiempos tempestuosos.

Amo a mi hija. Dios sabe que daría mi vida por ella si eso pudiera salvarla del dolor y el sufrimiento. Dios cuida a mi hija y la ama más de lo que yo podría. Pienso que él también me ama y que cree que soy un héroe solo por tratar de vivir la vida un poco mejor, por enfrentar aquellos temores que todo padre enfrenta, y por tratar esforzadamente siempre de hacerlo con  amor.
 
Reimpreso con la autorización de The Forum, Al-Anon Family Groups Hdqs., Inc., Virginia Beach, VA.

domingo, 16 de julio de 2017

De nuevo en el camino



Les comparto esta historia escrita por Kwen S. de Minnesota para la revista The Forum de enero de 1998:
 

Un día frío en pleno invierno, estaba viajando en un abandonado camino rural para ver unos amigos. No sabía que un viento del norte había amontonado la nieve. Lo que solían ser suaves montículos se volvieron duros asientos de nieves.
Uno de esos asientos de nieve estaba en el camino, delante de mí. Lo que pensé fue “Si paso a cierta velocidad, debería atravesar la nieve”. Con nieve más suave la estrategia hubiera funcionado. En este caso la velocidad me puso en medio de un problema ¡Estaba atascado!

Intenté meciendo el vehículo hacia adelante y atrás. No funcionó. Como mi auto es pequeño, pensé que podría empujarlo con las manos. Tampoco funcionó. No importa cuánto forcé el motor e hiciera girar las ruedas o cuánto empujara, nada funcionó. Todas mis habilidades humanas, fuerza y sabiduría no sirvieron para nada ¡Estaba atascado!

¿Qué hice? Luego recordé el lema “Suelta las riendas y entrégaselas a Dios”. Oré “Dios, estoy atascado. Estoy en problemas. He intentado todo lo que humanamente puedo y nada funciona. Necesito tu ayuda”.

Y de casualidad a los 10 minutos un residente del área llegó. Entre sus empujes y mi conducción, sacamos el auto del asiento de nieve y estaba de nuevo en el camino, aunque mi Buen Samaritano quedo rociado de nieve.  

Vivo mi vida como ese incidente. Giro mis ruedas mentales gastando mucha energía. Al final resulta que no voy a ninguna parte. Estoy atrapado irremediablemente y todo mi esfuerzo humano me atasca cada vez más. Me atasco en el pasado considerando actos y palabras que nunca debieron haber pasado. Las memorias continúan persiguiéndome y apretó los dientes y hago muecas cuando recuerdo. A veces me atasco en el futuro. Si el presente es desesperado y sobrecogedor, pienso que el futuro será igual ¿Qué puedo hacer?

Puedo admitir que estoy atascado y que mis esfuerzos son inútiles. Puedo soltar las riendas y entregárselas a Dios y puedo orar ¿Quién sabe lo que Dios pueda contestar? Quizá como en mi situación invernal, llegue la ayuda humana. Quizá un hecho o idea pasada por alto llegará. Quizá un definitivo sentido de la presencia de Dios me dará esperanza. Lo que mi experiencia, fuerza y esperanza me dicen cuando estoy atascado en la vida es que debo soltar las riendas y entregárselas a Dios. Descubro que un camino se abre donde no había antes uno. Incluso puedo aprender de la experiencia y no volver a quedar atascado otra vez.




Reimpreso con la autorización de The Forum, Al-Anon Family Groups Hdqs., Inc., Virginia Beach, VA.