martes, 29 de septiembre de 2015

Un viaje de "placer"



La primera vez que viajé al extranjero se debió a un golpe de suerte. Me pongo a repasar las circunstancias que me llevaron a ganar un viaje a la ciudad de San Francisco, California y siento que estaba destinado a hacerlo. Cuando me di cuenta de que había sido uno de los pocos favorecidos, mi primer impulso fue no reclamar el premio. Venía saliendo de una reunión de trabajo donde se nos pedía un esfuerzo adicional, por lo que me pareció inapropiado tomar vacaciones. Es cierto que esa era una razón de peso, pero la mayor era el miedo de enfrentar lo desconocido ¿Ir a otro país? ¿Qué trámites había que seguir? ¿Sería muy complicado? ¿Muy caro? ¿Sería mejor no asumir el reto y seguir la rutina? Mi mamá en cierto momento me dijo que creyó que no me iba a animar. No la culpo dado mi amplio historial de oportunidades perdidas por mi inseguridad.

Se suponía que iba a ser un viaje de placer pero como mi ansiedad iba conmigo, lo fue a medias. Semanas antes del vuelo estaba preocupado pensando si me daría un ataque de pánico en el avión. Si el viaje hubiera sido después del 11-S, posiblemente mi miedo habría incluido que creyeran que mi ataque era parte de un acto terrorista. Quizá habría pensado que derribarían el avión. Lo cómico es que el día del vuelo me desperté tranquilo, viajé muy sereno al aeropuerto y me subí con mucha naturalidad al avión. No sentí ninguna molestia durante el vuelo. Al llegar a California, salí a caminar con mis compañeros de viaje. Estuve llamando con frecuencia a mi país, supuestamente para contarle a la familia lo bonito que estaba todo. Lo cierto es que era para no sentirme tan solo y perdido en esa nueva situación.

Unos amigos me invitaron a visitarlos a la ciudad de Los Ángeles y se ofrecieron a llevarme. Al final no pudieron ir a recogerme y me vi obligado a tomar un autobús. En lugar de disfrutar el viaje, me la pasé pensando qué sucedería si mis amigos no estaban esperando o si me bajaba en la parada equivocada. Me la pasé mortificando a la chofer recordándole que no se le olvidara avisarme cuando llegáramos a 7th and Alameda (tanto se lo dije que a la fecha recuerdo la dirección). Casi me da un patatús cuando llegamos a la terminal ¡Seguramente ya habíamos pasado 7th and Alameda y la chofer no me avisó nada! Resultó ser que la parada estaba en esa dirección.

Durante mi estadía en Los Ángeles la ansiedad me siguió molestando ¿Y si no cambiaban los tiquetes para que en lugar de tener que tomar el vuelo de regreso desde ahí había que irse otra vez para San Francisco? ¿Y si llevaba más peso del permitido? No recuerdo qué otros miedos irracionales me invadieron y que no solo me molestaron a mí, sino a otros. Lo que sí sé es que todo salió bien. Al año siguiente volví a viajar. Ese sí fue un viaje de placer.

Es mi deseo, y pido la ayuda del Dios de mi entendimiento, no dejarme llevar por las fantasías neuróticas que crea mi ego. Quiero tener una vida razonablemente tranquila y feliz. No quiero que el viaje de la vida sea tan caótico como el viaje que les relaté. Al menos los viajes turísticos se pueden volver a hacer, el viaje de la vida no.

C.G.  

domingo, 27 de septiembre de 2015

Puedo cambiar si tengo la disposición de hacerlo

El sábado anterior tuve la oportunidad, por la gracia de Dios, de llevar por medio de la radio el mensaje de Al-Anon junto con dos compañeras. Ese día hice mención de mi viejo temor a hablarles a desconocidos y ese temor se multiplicaba si tenía que hablar en público. Mi mecanismo de defensa era evitar esas situaciones y aducía que no era bueno para eso. No oculto que tiendo todavía a ser introvertido, pero el cambio con respecto a antes no tiene comparación. En mi familia alcohólica adopté el rol del adaptado (es el más enfermo de todos los roles), que dentro de sus características está el opacarse, no resaltar o sea volverse invisible. Mis vecinos y familiares censuraban mi actitud y eran muy escépticos sobre que pudiera superarla.

Con la ayuda de Dios y Al-Anon, lentamente pero de manera constante, he ido superando varios obstáculos que impedían salir del atascadero emocional en el que estaba. He notado mejoría.  Al contrario de la primera vez que viajé al extranjero, entrar a una cabina de radio no me significó semanas previas de angustia y medicación. Llegué a la cita contento, con una ansiedad leve, aunque considero normal cuando se está frente a una situación nueva. Todo transcurrió de una manera natural, tranquila y muy amena. No tuve que lamentarme después por todo el tiempo que pasé angustiado imaginando lo peor, y tratado de crear todo escenario posible para no verme enfrentado con lo imprevisto.

Podemos cambiar si de verdad queremos hacerlo y estamos dispuestos a trabajar para lograrlo. Si no existe la voluntad de anteponer los principios a mis defectos, no podrá haber progreso.

C.G.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Cómo soltar


No me cabe duda de que lo que más nos cuesta en el programa es aprender a deshacernos del control. Una pregunta muy común que me hacen es cómo soltar. Para empezar, yo diría que hay que estar dispuesto a soltar. Muchas personas más que querer dejar el defecto, lo que quiere es deshacerse del sufrimiento que les produce en el momento de practicarlo. Cuando se va la angustia, se va con ella la intención de dejar de controlar. Si aparece de nuevo la necesidad de control, pero no hay dolor emocional, el deseo de eliminar el defecto brilla por su ausencia. Solo queremos dejar nuestros defectos cuando nos molestan, de lo contrario, ¡bienvenidos sean!

Disponerse a soltar o dejar cualquier defecto es más que un deseo fugaz. En mi caso tengo que trabajar mis defectos antes de que aparezcan y empiecen a querer controlarme. Siempre que hablo con mi Poder Superior, le pido me ayude a dejar mi obsesión por que las cosas salgan como yo quiero y a aprender a confiar en él. Debo luchar contra mis deseos de controlar hasta las cosas más pequeñas. Por ejemplo, un día quedé de verme con mi padrino y empecé a angustiarme porque iba a llover. Por un momento sentí frustración al ver las nubes ennegrecerse cada vez más, pero me dije "No tengo control sobre el clima, pero estoy muy cerca de donde nos vamos a ver y traigo paraguas. Por si fuera poco, estoy en un restaurante disfrutando tranquilamente de un café y no voy a dejar de gozar este momento". También me acordé que no hacía mucho no tenía trabajo, algo que me produjo mucha aflicción y entonces agradecí porque ahora podía comprarme un café. Cayó un fuerte aguacero, pero mi frustración se había ido.

Un ejercicio frecuente que me ha ayudado mucho es aceptar lo peor que pueda pasar. Me pongo a repasar una serie de situaciones que he detectado son las que me preocupan, y pienso en qué pasaría si llegaran a ocurrir. Aceptar hasta las más dolorosas, les va quitando su influjo sobre mí. Recuerdo además que el Dios de mi entendimiento siempre me ha ayudado y que el 99% de los peores escenarios que he creado con mi mente pesimista no se llegaron a dar y el 1% que sí, no fueron tan catastróficos. De hecho fueron todo lo contrario, porque me ayudaron a crecer como nunca me imaginé. Una de esas catástrofes me trajo a Al-Anon. Lógicamente al disminuir la preocupación, también se debilita el intento de controlar las situaciones que me producirían dolor.  Nuestro deseo de controlar es directamente proporcional al dolor que estimamos nos va a producir lo que queremos evitar.

En el caso de soltar la gente pienso en que, mientras sus decisiones no me afecten, no debo inmiscuirme en ellas. Puede tratarse de un asunto que me importa, pero no me incumbe. Si las personas han de sufrir debo permitirles pasar por ese proceso que puede resultar sanador. Hay que dejar que las personas tomen sus decisiones, de todas maneras harán caso omiso si están determinadas aunque sea a tirarse por un precipicio. Puedo dejar en claro mi desacuerdo, pero evitaré caer en la terquedad con lo que solo conseguiría volverme repelente.

Finalmente diría que hay buscar el origen del control y trabajar duro en él. En otra publicación había compartido la sugerencia de otro miembro del programa de centrarse en eliminar con la ayuda de nuestro Poder Superior el defecto de carácter que más nos molesta, y los otros también se irán debilitando. Buscar su origen nos va a servir para cerrarle el paso a lo que lo alimenta y en mi caso ese origen era una baja tolerancia ante el sufrimiento que me produce el considerar perder algo o alguien. 

Como ven el enfrentar el control me ha demandado mucho trabajo. No tengo una respuesta sencilla para la pregunta cómo soltar. Presupone una serie de acciones continuas para lograrlo y vivir más tranquilamente. Lamento decepcionar a los que esperaban una respuesta más simple.

C.G.