sábado, 27 de agosto de 2016

Despertar espiritual y trasmisión del mensaje

Lamento mucho los recientes suicidios acaecidos en mi país, Costa Rica, y que me hacen considerar nuevamente lo importante que es que los grupos de Doce Pasos llevemos el mensaje a la mayor cantidad de gente posible. Darnos a conocer es fundamental, pero muchas veces las diferentes hermandades no lo hacen, ya sea por mala interpretación de las Tradiciones, falta de conocimiento sobre cómo hacerlo y por falta de disposición que considero es el principal motivo. El Paso Doce dice que como consecuencia del despertar espiritual tratamos de llevar este mensaje a otras personas. Basándome en lo que dice el paso, entonces esa falta de deseo de trasmitir el mensaje es producto de una profunda somnolencia espiritual. Como dijo otro compañero en una charla, la indisposición de dar serrvicio es señal de falta de recuperación.

El jueves pasado, cuando veía en las noticias un nuevo suicidio, me puse a pensar en que tal vez si alguien le hubiera presentado a esta persona la alternativa de ir a un grupo de Doce Pasos, quizá la historia hubiera tenido otro desenlace. No digo que seamos la solución para todo ni para todos, pero hay que presentarle a la gente nuestra opción que ha ayudado en tantos casos desesperados. Pienso que tenemos que formarnos más en el tema de llevar el mensaje, estudiar mucho nuestra Undécima Tradición y por sobre todo desarrollar la disposición de trabajar, por ejemplo pidiendo sinceramente a nuestro Poder Superior elimine nuestra indiferencia, miedo, pereza o cualquier otro defecto que nos impida ser su voz.

En lo personal no quiero tener que agregar a mi lista de daños que, por mi omisión, no me hice ni lo mínimo para que otras personas conocieran una alternativa que podría haber mejorado sustancialmente su calidad de vida.

C.G.

martes, 23 de agosto de 2016

Dar y recibir

La exagerada preocupación por mi mismo causó estragos en mi vida. Suena paradójico pero así fue. Me convertí en una persona egocentrica pendiente de que nadie hiriera mi susceptibilidad, o mejor dicho mi hipersusceptibilidad lo que me trajo mucha angustia. Todavía tengo fresco en mi memoria un periodo de tortura emocional donde la ansiedad y la depresión, dos viejos conocidos para prácticamente todos los que venimos de hogares alcohólicos, se turnaban para mortificarme. Duró algo así como un año y medio y fue lo que me motivó a asistir a un grupo de Al-Anon cercano a mi casa y del que lamento no haber escuchado al principio de mi martirio. Lo importante es que fui.

La mejoría no llegó inmediatamente. Me he puesto a pensar en qué punto fue cuando empecé a sentirme mejor y lo he ubicado en el momento en que empecé a ayudar a otros. No estaba haciendo nada extraordinario, solo compartir en las reuniones, dar algunos servicios muy sencillos dentro del grupo y tratar de llevar el mensaje a otras personas. Pero todo lo hacía con mucho gusto y como decía Teresa de Calcuta el amor para que sea genuino, no tiene que ser extraordinario. Y el amor genuino sana y eso fue lo que hizo conmigo. Empecé a mejorar y hasta las circunstancias que yo veía nefastas, empezaron a tener un mejor aspecto. El milagro de "Dando es como recibimos" estaba operando en mí. Hacer el bien alimenta al espíritu lo que trae, entre otras cosas, serenidad de la que estaba muy necesitado. La situación específica que me producía temor seguía ahí, pero yo estaba cada vez más tranquilo.

Para fortalecer el amor y gozar de sus grandes beneficios, hay que darlo. No podemos reservarlo solo para nosotros o para ciertas personas. No hay excusa que valga para hacerlo. Todas esas prácticas correctas que aprendía en el grupo no podían reservarse sino que había que darlo y entre a más gente mejor. Recibo lo que doy, por eso, ahora cuando siento que algo me falta, reviso qué es lo que no estoy dando.

martes, 16 de agosto de 2016

Un trabajo para toda la vida

Disfruto mucho ir a reuniones y todo lo que se refiere al programa. Por eso no me molestó en lo absoluto cuando me dijeron que si quería mantenerme bien emocionalmente, era necesario trabajar toda la vida. La recuperación no era algo que se podía dar por hecho que se mantendría para siempre. En cualquier momento podía perder mi avance y volver a quedar a merced de mis defectos de carácter y del espantoso sufrimiento que eso acarrea. Solo recordar esa agonía es un buen a aliciente para no descuidarme.

Igual que mantenerse físicamente bien conlleva un trabajo diario y de nunca acabar (comer, ir al médico,  cuidar mi dieta, beber agua, descansar lo suficiente, etc.), es necesario ser constante en el cuidado espiritual y emocional. Físicamente es muy difícil que nos descuidemos y que le pongamos peros a los procesos por los que tenemos que pasar para mantener nuestra salud y vigor. A nivel espiritual y emocional es otra cosa. Pienso que por la exagerada importancia que se le ha dado al área material, hacemos a un lado el cuidado de esas otras áreas. Eso me trajo terribles consecuencias que no quiero que se repitan y el precio a pagar es mantenerme constante en mi proceso de recuperación. Como dije anteriormente, no me molesta. Disfruto el proceso y la retribución ha sido muy buena.

Me extraña cuando escucho miembros que dicen que ya no quieren saber nada del programa y se alejan permanentemente de la hermandad. Escuchar eso de veteranos me extraña más porque me da la impresión de que se han cansado de los principios, y cansarse de los principios significa nunca haberlos tenido a ellos ni a los beneficios que aportan. Me cuesta creer que alguien se pueda cansar de semejante tesoro, a menos que nunca haya entendido su enorme valor. No se

trata solo de una terapia sino de una forma de vivir bien y que cada vez mejorará. No niego que he tenido momentos de frustración cuando mis propios defectos quieren sacarme del camino que me traza Al-Anon. Unas veces son producto de la intolerancia con los defectos de los demás, otras por la intolerancia con los míos, lo que me hace creer que mi progreso es insuficiente. En mi caso espero que nunca pase de ser un deseo fugaz propiciado por un ocasional e inconsciente intento de autodestrucción. No quiero jubilarme de algo que es lo que me ha ayudado a vivir con calidad. 

lunes, 8 de agosto de 2016

Podemos hallar satisfacción y hasta felicidad

Una vez alguien me estaba tratando de convencer de que la felicidad es el placer que produce hacer lo que uno quiera. Llegó a decir que el asesino es feliz matando y el violador, violando. Sigo sin creerle, como a otros tantos que me han dicho que la felicidad es la búsqueda de placer a toda costa. En Al-Anon encontré, como dice la bienvenida sugerida, no solo satisfacción sino felicidad, ¿por qué me he sentido feliz? Por la práctica de lo que la humanidad en general ha considerado bueno y es lo que constituye el programa. A diferencia de matar y violar, el bien edifica, me hace crecer como ser humano y perdura. No creo que haya comparación entre el gozo que produce el bien y el placer morboso que encuentra una mente retorcida en hacer el mal.

En general estoy más alegre y optimista. Disfruto de hasta las pequeñas cosas, que en realidad no son pequeñas, como el ruido de la lluvia y dar una pequeña caminata, y me he llegado a interesar más en las personas al punto que quiero que experimenten lo mismo. Es difícil convencer a la gente de ser feliz o, mejor dicho, cuesta convencerla de que tome las acciones necesarias para alcanzar la felicidad. Lo normal es tomar la ruta del placer que es más fácil de alcanzar, aunque no es lo mismo y más bien termina dañando cuando se torna en obsesión y se hacen a un lado los escrúpulos para obtenerlo.

Recientemente terminé de leer un libro donde un alcohólico relata su experiencia mientras estuvo en actividad. Una de las partes que más me llamaron la atención fue cuando contó que asistía a reuniones de A.A. y se convenció de que le ayudarían a dejar de beber. El problema es que no estaba dispuesto a hacerlo porque seguía aferrado a la ilusión de que podía controlar su forma de beber. Esa ilusión lo llevó al borde de la muerte. Quizá mucha gente ha llegado así a nuestros grupos, es decir, ven que el programa funciona, pero no tiene la disposición de hacer los cambios para ser felices. Consideran que no están tan mal y no vale la pena tanto esfuerzo. Como la mayoría de la gente, decía un escritor, se ha acostumbrado a vivir en un mar de excremento y lo que le interesa es que no se le formen tormentas. En mi caso la idea no es buscar ayuda para estar crisis temporales, sino tener forma de vivir mejor que incluso evitará que muchas de esas crisis lleguen. No quiero vivir resignado en una “desgracia aceptable". Quiero ser feliz.

C.G.