domingo, 29 de noviembre de 2015

Abandonado esas queridas ideas nocivas


De regreso a mi casa después del trabajo, escuchaba una pareja de amigos que venían detrás mío conversar muy animadamente. Un comentario de la muchacha llamó mi atención y me hizo ponerle mucho cuidado. Se alababa por ser una mujer muy celosa y contaba los métodos que usaba para controlar a su novio, al que hasta la fecha no había podido detectar ningún indicio de infidelidad. Decía sentirse muy agradecida también con Dios por enviarle un novio que la quería mucho, porque era también extremadamente celoso, al punto de no poder salir a pasear sola. Oírla me hacía gracia por lo absurdo del motivo de su satisfacción, y también tristeza por el mal pronóstico que tienen todas las relaciones sostenidas por la mutua desconfianza de perder una propiedad. Sí, propiedad, porque a eso reduce el celoso a su pareja. 

De ninguna manera podría catalogar a esa persona como tonta o mala. Solo era alguien actuando acorde a una ideología incorrecta, pero que seguramente le inculcaron, ha aceptado y encontró un fuerte asidero en sus defectos de carácter. A mí me pasó. Conociendo la idea tan extendida de que el amor de pareja es dominio sobre el otro, de seguro estaba convencida de que verdaderamente amaba a su novio. Su alegría y desinhibición al contar tal comportamiento, que visto a la luz del programa es nocivo, me lo afirmaba. Así le pasa a mucha gente. Cree de corazón que hace lo correcto pero la información que tiene es incorrecta. El resultado es que a pesar de la convicción de que se hace lo correcto, el resultado siempre es erróneo. Dos más dos nunca será cinco, aunque crea lo contrario. Negar la verdad no la cambia.

En la reunión de mi grupo a la que fui esa semana salió el tema de las ideas erróneas que habíamos aceptado como correctas, y entre otras cosas mencioné la conversación de esas dos personas. Los gestos de desaprobación acompañados de estruendosas risas de todos mis compañeros no se hicieron esperar. Ellos como yo habían abandonado esa idea de que los celos son muestra de amor y por tanto deseables. Me sentí contento por ellos y por mí. Desprenderse de ideologías destructivas cinceladas en nuestras mentes desde edades muy tempranas es un gran logro ¡Aprender a desaprender! ¡Qué gran regalo! Renunciar a ideas tan arraigadas, aceptadas como ciertas y hasta queridas por tanto tiempo, requiere gran crecimiento espiritual. Tuve que sacar la basura para darle espacio al pensamiento correcto que fui adquiriendo por la gracia de Dios y ha tenido una muy positiva repercusión en mi vida.

C.G.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Una nueva perspectiva

Me siento muy bien de ver la vida desde una perspectiva tan superior a la que antes tenía. Abrir los ojos a la realidad, más que dolor me produjo mucha sorpresa por lo distinta que esta era. La diferencia entre andar engañado y andar en la verdad es notoria. Nada es igual. Se me hace difícil poner excusas para mis comportamientos desviados porque ya tengo una noción bastante correcta de la realidad. Al ego ya le quedan pocos escondrijos desde donde puede atacar y tiene que rendirse ante la evidencia de los hechos. Su campo de acción se va reduciendo más y más. Todavía me admiro de la gran cantidad de creencias erróneas que tenía y cómo estas todavía siguen siendo tan populares y aceptadas.

El principal punto de vista que cambié con la ayuda del programa y ha resultado fundamental en mi proceso, es sobre el origen primario de mis problemas. Y ese origen soy yo o mejor dicho mi falso yo. No me canso de decirlo y de recordármelo. Un día me contaba muy perturbada una amiga, sobre su tormentosa relación de noviazgo. Angustiada me comentaba que le insistía a su novio en que tenían que aprender a ser pareja.  Ahora sé que antes de aprender a ser pareja hay que primero aprender a ser persona. Su problema era no comprender que no estaban sanos emocionalmente y que su neurosis aumentaba al estar juntos.   Nuestras relaciones en general nunca estarán bien si no encontramos primero nuestro equilibrio interior. En resumen, si yo no estoy bien, nada puede estar bien. El cambio de mi forma de percibir la vida me ayudó a enfrentarla mucho mejor. En mi ignorancia, empeoraba las cosas en vez de arreglarlas. Era como tratar de apagar incendios con gasolina. El programa me enseñó a usar el agua.

Un cambio de rumbo en un mundo acostumbrado a ir en la misma dirección va acarrear críticas y aislamiento. He aceptado enfrentar las dos cosas.  De todas maneras ya antes he sido víctima de ambas, solo que esta vez hay una diferencia que hace que valga la pena recibirlas: voy por buen camino.

 C.G.