martes, 14 de enero de 2020

Ya no más enfados

YA NO MÁS ENFADOS
Por Dylan M., Nueva York
The Forum,
agosto de 2019

Era difícil encontrar la verdad en mi familia. Criarse con un padre incapacitado y malhumorado que tenía dolores crónicos y muchos problemas de salud no es la experiencia más sencilla para un niño pequeño. Lo que lo empeoraba era que nunca hablábamos de ello o lo admitíamos, y era frustrante y desconcertante vivir esos desafíos. Como familia, pretendíamos que él estaba bien y hacíamos lo mejor para parecer lo más normal posible ante el mundo exterior. Yo pensaba que, en la medida en que nadie entrara a casa para ver la silla de ruedas, la pierna de madera, las muletas y los suministros médicos o las ambulancias que llegaban tarde en la noche, nadie se enteraría de que mi familia no era muy normal.
Luego de que mi papá murió y yo era un adolescente viviendo con un padrastro alcohólico, pensé que las cosas no habían cambiado mucho. En ese entonces, me sentía tan adormecido acerca de los sentimientos hacia mi familia que no se me ocurrió sentir vergüenza porque él se desmayaba todas las noches. Como era usual, la prioridad de la familia era actuar como si todo estuviese bien, así escondimos su alcoholismo debajo de la misma alfombra bajo la cual habíamos barrido los problemas de mi papá. Me quedé sintiendo que a nadie le importaba lo que yo sentía o pensaba de todas maneras.
Cuando llegué a Al-Anon a mis treinta y tantos años, tenía una gran necesidad de escuchar un poco de verdad, y encontré mucha verdad. La gente en las reuniones hablaba directamente acerca de haber sido maltratados y desatendidos. Revelaban sus secretos más profundos y hablaban abiertamente acerca de cuán pobremente habían manejado los problemas causados por los alcohólicos en sus vidas. La gente lloraba, y también se reía. Parte de mí sentía que había llegado a un santuario, y otra parte de mí estaba aterrada con la posibilidad de ser honesto conmigo mismo. Uno de los regalos más grandes que recibí de Al-Anon es que aprendí a decir mi verdad, no con ira —como lo hacía cuando era adolescente— sino con claridad, sin disculparme, y sin la culpa ni la vergüenza. En la presencia amorosa de otros miembros que estaban comprometidos con la verdad, puedo hacer lo que mi familia no pudo: reconocer la verdadera historia de quién soy, de aquello a lo que me enfrento y cómo lo estoy haciendo. A lo mejor no sea perfecto, pero es real. Hoy en día, gracias a Al-Anon, puedo manejar eso.

domingo, 5 de enero de 2020

Mi viaje hacia la dignidad propia


MI VIAJE HACIA LA DIGNIDAD PROPIA
Por Bárbara H., Florida
The Forum,
septiembre de 2019


He tenido baja autoestima durante mucho tiempo. Mi exesposo alcohólico constantemente me humillaba, abusaba de mí, me decía que yo no era suficiente y me degradaba. ¿Por qué lo permitía? Imagino que pensaba que me lo merecía y tenía miedo de defenderme. Sentía que debía mantener la familia unida, pero, al quedarme en ese matrimonio, dañé mi autoestima y la de mis hijos. Sin embargo, Al‑Anon fue mi tabla de salvación. Allí aprendí a no permitir que nadie me humillara. Aprendí que, si lo permito, es mi culpa por aceptarlo. Ya no seré una víctima. Si alguien me confronta o me humilla, solo le respondo diciendo: «Siento mucho que te sientas así, pero esta soy yo y me gusta como soy». Todavía me toca progresar en este viaje hacia la dignidad propia y la autoestima, pero hay esperanza en este programa en el que no hay juicio y donde encuentro comprensión y nuevos amigos bondadosos.

sábado, 4 de enero de 2020

Al-Anon me lanzó un salvavidas


AL-ANON ME LANZÓ UN SALVAVIDAS
Por Holly C., Montana
The Forum,
diciembre de 2019

Acababa de dar a luz por primera vez a una hermosa niña, y pensé que todos mis problemas desaparecerían. Pensé que sería la madre y esposa perfecta, y que tendría una familia perfecta. No obstante, mi vida se estaba saliendo de control. Me había criado en una familia adicta y me había casado con una persona con alcoholismo activo. Estaba triste, frustrada y no podía ver más allá de mi propio dolor y temor. Tras la insistencia de un profesional de la salud mental, decidí ir a una reunión de Al‑Anon. Al principio, las reuniones eran desafiantes. Yo estaba inundada por los años de emociones embotelladas, y lloraba o ardía de rabia durante las reuniones. Sin embargo, seguí viniendo porque le ofrecían a mi alma un alivio profundo que no encontraba en ningún otro lugar. Tuve que ir poco a poco y permitir que hubiese tiempo para sanar antes de seguir adelante. Sin embargo, pronto encontré que, tal y como declaraba la bienvenida de mi grupo, podía hallar felicidad, ya fuera que el alcohólico siguiera bebiendo o no. He aprendido a dejar ir mis temores acerca de lo que puede ocurrir y vivo y amo lo que es. Ya no necesito ser una madre y una esposa perfecta; he aprendido que eso no es posible. Al‑Anon me ha dado un salvavidas de esperanza en una situación que antes se sintió desesperanzadora.

miércoles, 1 de enero de 2020

Año Nuevo no quiere decir desgracias nuevas

Dice nuestra literatura que anticipar desgracias es típico de los que venimos de hogares alcohólicos. Al crecer en un ambiente donde las sorpresas desagradables eran comunes, no es de extrañar que se desarrolle un enorme pesimismo. El futuro se convierte en una caja de tragedias esperando a salir en cualquier momento para llenarnos de dolor.

Ahora sé que no tengo que pensar que mi vida va de desgracia en desgracia, aunque el programa me ha enseñado que no todo saldrá como yo quiero ¡Y gracias a Dios que así es! Me he puesto a repasar una serie de cosas que no alcancé y deseaba desesperadamente que luego comprobé me hubieran causado mucho daño. Perder algo puede ser una ganancia, aunque uno suele darse cuenta hasta mucho tiempo después de perderlo. Por lo general al momento de perder, lo primero es frustrarse. Entramos en crisis, aunque como también dice la literatura estas pueden ser una forma de ayuda. En mi caso una crisis me llevó a Al-Anon, me hizo reconciliarme con mi Poder Superior, me permitió descubrir una serie de habilidades y me libró de un peligro de tal envergadura que jamás hubiera podido imaginarlo. Dios veía más allá y permitió que la crisis me salvara. No puedo dejar de mencionar que muchas crisis no eran tales, sino que solo eran exageraciones de mi mente. Mi sentido de la proporción se había dañado como consecuencia de crecer en un entorno caótico.

Comprender lo anterior me ha ayudado a combatir el pesimismo. Si la adversidad aparte de fortalecerme puede traer otros grandes beneficios, ¿por qué tener una visión negativa de la vida? El futuro es insondable pero ya no me interesa conocerlo. Puedo trabajar para ser razonablemente feliz un día a la vez. Confío en que todo lo que suceda por el camino durante este año será para bien, si voy de la mano de Dios y de Al-Anon.

C.G.