
Pasaron los años y seguí permitiendo que los demás me irrespetaran. Hasta lo consideraba algo noble porque estaba poniendo la otra mejilla. Efectivamente poner la otra mejilla es algo noble, pero en realidad no quiere decir ofrecerse como víctima a un agresor, sino no pagarle con la misma moneda. Lo que yo estaba haciendo era denigrarme y muy lejos de contribuir para erradicar el mal de este mundo, lo estaba alimentando. Merezco respeto igual que todas las personas. Pese a todos los atropellos que yo haya sufrido en el pasado, no he perdido ni un ápice de mi dignidad y mi valor como humano sigue intacto. Debo defender ese valor, no con altanería, sino con el mismo respeto que pido a los demás. La dignidad no se negocia. No importa los beneficios que me ofrezcan por cederla, siempre saldré perdiendo.
C.G.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Le sugiero dejar su comentario usando la opción Anónimo