
Un día me quedé boquiabierto cuando vi salir del búnker un muchacho a quien no hace mucho le habíamos celebrado su aniversario de sobriedad en una actividad que reunía a miembros de diferentes grupos de 12 Pasos. Sentí un vacío en el estómago y una gran decepción. O bien había recaído en la droga o era un hipócrita. Tuve deseos de contárselo al encargado de organizar dichas actividades especiales para que tomara cartas en el asunto. Verlo compartir con los demás adictos que estaban parados muy campantes me perturbó. No tenía por qué sorprenderme ya que en esas mismas actividades habían dicho que los adictos son mentirosos y manipuladores así que no debía extrañarme su cinismo. Pensé en todas las personas que lo felicitaron el día que se le festejó y me dio pena por ellas.
Una tarde volví a pasar por el búnker y me encontré en la acera a la persona a quien le iba contar acerca del falso adicto en recuperación. Como de costumbre me saludó muy cordialmente y me invitó a ir un día a conocer el centro de restauración ¡El búnker era el centro de restauración! ¡La gente que vivía ahí eran adictos recuperándose! Ya antes me había invitado a unas reuniones que se realizaban en esa zona, pero me imaginaba unas instalaciones algo más glamorosas. No le conté nada de lo que mi suspicacia me había hecho sospechar y me despedí. En el camino iba pensando que todavía tengo mucho trabajo que seguir haciendo para dejar de juzgar con ligereza.
C.G.
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