
Si he de sentir dolor, no buscaré aliviarlo trasmitiéndolo a otro. Herir a otra persona no calmará mi pesar. Tampoco lo hará el que ande con una cara larga o el que le cuente a todo el que me encuentre en el camino mi triste historia. Una mejor solución es volverme a mi Poder Superior y a la hermandad quienes, además de comprenderme, sí pueden darme un consuelo y guía efectivos.
Una alta tolerancia al dolor es cada vez más rara de encontrar y por ende hay mucha frustración por doquier. Muchas personas se han vuelto presa fácil del raquitismo emocional. Ante la imposibilidad de asegurar que todo siempre saldrá de acuerdo a nuestros deseos, la mejor alternativa es aprender a aceptar lo que no podemos cambiar y sobreponerse al dolor. De esa manera, el dolor lejos de volverse un enemigo nos fortalece y mejora como personas. Ese dolor se convertirá en vehículo para llevar alivio a otros.
C.G.
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