
El desconocimiento por tantos años del
origen de mi problema, impidió atacarlo efectivamente y se fortaleció. Me
resigné a ser un chiquillo y un adolescente nervioso. Incluso llegué a
justificar mi miedo diciendo que era prudencia, pero no era otra cosa que miedo
irracional disfrazado de sensatez. Mi “prudencia” me impedía dar
pasos por el camino de la autorrealización y me estanqué en el conformismo.
Con
la nueva conciencia que me regaló el Programa he descubierto que muchos
peligros que me dominaban solo eran producto de mi forma de pensar distorsionada.
Estaba viendo las cosas de la manera incorrecta y por eso las abordaba de
la manera incorrecta.
El ejercicio de la fe y el frenar mi tendencia a
evadir lo que me produce ansiedad, han dado como resultado un positivismo que
me permite vivir más sereno y confiado.
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