
Mi educación tuvo como ingredientes principales las
palabras duras y los golpes. El ejemplo brillaba por su ausencia. Me parece
todavía oír a mi papá amenazarme ebrio por mentir, cuando su vida como
alcohólico estaba cimentada en la mentira. En lugar de darme una lección de
honestidad, me estaba dando una de hipocresía. Estoy convencido de que debo
empezar los cambios en mí mismo si es que quiero que se trasmitan a los demás.
Es muy sabio el que la Undécima Tradición nos pida dar prioridad a la atracción
en vez de a la promoción, primero por su efectividad y luego porque nos anima a
practicar lo que predicamos. Las palabras convencen pero el ejemplo arrastra
Vivimos en un Universo de causa y efecto. Si quiero efectos positivos en los
demás yo debo ser la causa, y para ser esa causa debo dar prioridad a mi
recuperación.
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