Los abusos son habituales en los hogares
alcohólicos, tanto así que sus miembros los vemos como algo normal. De esa
manera es cómo vamos adoptando un patrón de vida equivocado del cual nos será
muy difícil desprendernos, a menos que busquemos la ayuda apropiada. Parte de
nuestro proceso de deformación es desarrollar una lealtad ciega y absurda a
nuestra familia disfuncional, que lleva al extremo de justificar el maltrato.
Entonces la impunidad y el ciclo de violencia se consolidan.
La actual
plaga de violencia doméstica tiene su origen en estos hogares generadores de
agresores y agredidos amordazados. El maltrato de ninguna manera es
justificable. Al-Anon me enseña que la tolerancia tiene un límite, por lo que
no puedo usar el Programa como excusa para tolerar comportamientos
inadmisibles. Por el contrario, es mi obligación buscar la ayuda disponible
para ponerle un alto. Ignorar un problema no lo soluciona. Proteger el abuso,
aunque sea por una conveniencia que en definitiva es malsana, nunca es mejor
que acabarlo.
El temor, arma favorita de los abusadores, siempre intentará
paralizarme y no permitirme ver soluciones. Pero estas existen.
Resignarse a sufrir no es un camino inevitable.
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