lunes, 5 de enero de 2015

El Código del Silencio

Los abusos son habituales en los hogares alcohólicos, tanto así que sus miembros los vemos como algo normal. De esa manera es cómo vamos adoptando un patrón de vida equivocado del cual nos será muy difícil desprendernos, a menos que busquemos la ayuda apropiada. Parte de nuestro proceso de deformación es desarrollar una lealtad ciega y absurda a nuestra familia disfuncional, que lleva al extremo de justificar el maltrato. Entonces la impunidad y el ciclo de violencia se consolidan. 

 La actual plaga de violencia doméstica tiene su origen en estos hogares generadores de agresores y agredidos amordazados. El maltrato de ninguna manera es justificable. Al-Anon me enseña que la tolerancia tiene un límite, por lo que no puedo usar el Programa como excusa para tolerar comportamientos inadmisibles. Por el contrario, es mi obligación buscar la ayuda disponible para ponerle un alto. Ignorar un problema no lo soluciona. Proteger el abuso, aunque sea por una conveniencia que en definitiva es malsana, nunca es mejor que acabarlo.

 El temor, arma favorita de los abusadores, siempre intentará paralizarme y no permitirme ver soluciones. Pero estas existen.  Resignarse a sufrir no es un camino inevitable.

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