Soy mejor, no superior

No por nada el orgullo está de primero en la lista de los llamados Pecados Capitales. Es el azote de la Humanidad y la principal piedra de tropiezo en nuestro camino hacia el crecimiento espiritual.

 El orgullo, a diferencia de la humildad, nos hace vivir en la mentira y andar por la vida con los ojos cerrados. Incluso dentro de nuestro proceso de mejoramiento personal, el orgullo puede hacerse presente y querer inflar nuestro ego. Cuando empezamos a ver todas las virtudes y dones que hay en nuestro interior, no estamos exentos de sentirnos tentados a caer en la vanidad y nos quiera invadir un aire de superioridad. Hay que ser cuidadoso para evitar caer en ese error. Debemos tener en mente que son un regalo de nuestro Poder Superior y que hay que agradecerlo y usarlo para cumplir su voluntad. 

No tiene nada de malo reconocer lo bueno que hacemos si no hay un ánimo de vanagloriarse. Mi padrino les asegura a sus clientes que las construcciones que realiza son buenas. Decirles que “no son tan buenas” que  “están más o menos” sería faltar a la verdad y por ende incurriría en la falta de humildad.

 El sentido de autoestima se puede pervertir también y caer en la práctica de la intolerancia que es otra manifestación de orgullo. Recuerdo a una amiga que me decía que había dejado de ser una tonta y que ahora no le aguantaba nada a nadie. Pasó de ser agredida a agresora y racionalizaba su ira diciendo que era autoestima. El mejoramiento personal implica una mejor relación con los demás. El Programa hace énfasis en que soy prioridad pero debo tener siempre en mente el bienestar común. Si pierdo de vista esto, sea lo que sea que haga en el programa, no se puede llamar progreso.