Me duele el ver la
necesidad de tantas personas de recibir la aprobación y aceptación de otros. A
medida que ido ganando independencia emocional, más me entristece ver personas
que necesitan de una prótesis emocional para sentirse “completas y felices”. He
escuchado a muchos decir “Cuando tenga un hijo mi vida será mejor”, “Si deja de
beber seré feliz”, “Si me hago millonario puedo considerarme exitoso” o “Cuando
tenga pareja podré sentirme pleno”. Llegué a tragarme esas mentiras pese a que
los hechos demostraban abrumadoramente lo contrario. La gente que esperaba que
el cumplimiento de sus deseos sacaría lo mejor de ellos, terminó sacando lo
peor de sí. Ser una marioneta de las personas y las circunstancias no daba
resultado. Fue hasta que pude arrancarme con mucha dificultad esa idea con la
que fui bombardeado desde que recuerdo, que vi claramente que mi bienestar
emocional depende de mí. Pude quitarme
las pesadas máscaras que usaba para agradar y ser yo.
Cambié la dependencia
a gentes y situaciones por una dependencia sana a un Poder Superior y a
principios espirituales. A través de ella encontré la libertad de ser yo. No
necesitaba público al cual actuarle para que me aplaudiera, ni hacerme
publicidad para atraerlo. Lo que andaba buscando estaba dentro de mí y al
liberarme, liberé a los demás. Aprendí lo que significa la filosofía vive y
deja vivir, una de las piedras angulares sobre las que se sostiene el programa
de Al-Anon.
En un mundo donde la
dependencia es algo tan normal y hasta deseable, no aceptarla podría no ser
bien visto y hasta interpretado como rebeldía. Pero como esta “rebeldía” se
basa en el amor, no daña, sino que crea lazos armónicos. Para mí ahora la
felicidad no se trata de encontrar un buen amo, sino de no necesitar ninguno.
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